Las elites chapinas decidieron dar una lección al mundo

Cuando James Jones hacía tomar el vino con cianuro a sus seguidores en Guyana -ensayando para un suicidio colectivo- les persuadió hacerlo porque el mundo se equivocaba y ellos eran los poseedores de la verdad; un secreto que solo unos cuantos elegidos guardaban en lo más íntimo de su ser. Con la convicción de Moisés y la certeza moral de Tomás Moro.

Posteriormente, David Koresh con su culto polígamo hizo creer en su secta que la apocatástasis cristiana -regreso a los orígenes- residía en las revelaciones que por inspiración recibía desde allá arriba. Jesucristo mismo le hablaba y tenía contacto directo con ángeles que le indicaban como proceder. Parafraseando a Rutheford: “estaba con el alto mando”.

Llegar al estado de negación es una de las defensas más primitivas del ser humano, este ocurre cuando nos supera el abatimiento de determinada situación, sobre todo, si estábamos en una zona de confort.

El más reciente ejemplo a nivel internacional lo vemos con la invasión a Ucrania, una acción totalmente injustificada desde el punto de vista del derecho internacional, al punto que Putin, a través de los aparatos de inteligencia, ha buscado generar narrativas totalmente inverosímiles que van desde el combate a un imaginario ejército fascista en la frontera, el cual, amenazaba a la población rusa residente allí; hasta la diseminación de información falsa sobre supuestos montajes urdidos por los ucranianos para mostrar civiles masacrados. 

La actitud de negar lo acontecido es signo de la frustración en el premier, que sufre las consecuencias de un grave error de cálculo en sus fuentes militares de inteligencia. Lo que parecía un paseo de tres días y la respectiva división de la OTAN, ha resultado en un desastre que aisló a los rusos del concierto internacional y simultáneamente les ha colocado en una ineluctable posición que indefectiblemente terminará en pérdida.

Mientras tanto, aquí en Guatemala, las élites, al mejor estilo davidiano, han decidido que el Parlamento Europeo se equivoca al encasillarnos con Corea del Norte y Rusia; al parecer, el mundo nada sabe de democracia, los próceres chapines fueron faro de libertad en el siglo XIX e inicios del XX con insignes personajes como Carrera, Barrios o Estrada Cabrera; ya hubiesen querido un Jefferson, Lincoln o Roosevelt llegar a esa excelsitud. Somos luz de naciones dirían las iglesias lavadoras de la prosperidad, la moral en nuestros organismos de Estado es intachable y los números de desarrollo: ejemplares, aún más para pueblos bárbaros como los escandinavos. Como diría un economista badulaque recientemente: Guatemala es la envidia del continente, por encima de Chile, Brasil y Colombia.


No cabe duda que la actitud de negación es el último recurso que queda para aquellos que son responsables en gran medida de nuestro descalabro. El socorrido nacionalismo oportunista debe exacerbarse ad absurdum excomulgando a Europa y Estados Unidos; pues como se diría en un país comunista de la guerra fría: “ante la precariedad del modelo: solo queda defender el modelo”.

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