Uno de los eventos favoritos en la historia antigua para académicos y filólogos sin lugar a dudas es la guerra del Peloponeso, pese a que solo duró 27 años, fue un hecho que es revisitado todo el tiempo por sus fascinantes personajes. Un amigo decía que los necios aprenden por experiencia propia y los sabios a través de las vivencias en otros; en este caso, el casus belli del conflicto entre Atenas y Esparta tiene eco en la terminología estratégica militar cuando se refiere la famosa “trampa de Tucídides” término acuñado por Graham T. Allison para describir el temor a la pérdida de poder en una potencia hegemónica, que fue lo que ocurrió precisamente a Esparta cuando Atenas surgió como rival al adueñarse de los mares con su potente flota.
Tucídides hace un análisis brillante de los motivos que ocasionaron la guerra; quizá fue el primero en explicar el hecho que dos potencias no podían coexistir en la misma área geográfica, es decir, no circunscribe la situación a las causas inmediatas sino a los intereses de dos imperios. Tanto Esparta -Liga del Peloponeso- y Atenas -Liga Delioatica- desde hacía rato dejaron el status de ciudad estado para convertirse en imperios regionales que englobaban a varias poblaciones.
Si bien Esparta había dominado durante mucho tiempo, tras las guerras médicas Atenas vence en Salamina a los persas y se convierte en salvadora de los griegos que participaron en dichos eventos. Gracias a la derrota de Leonidas en las Termópilas, fue Temístocles el general que se adjudica la formidable victoria sobre Jerjes; posteriormente, a escondidas de los lacedemonios levantan rápidamente las murallas que convirtieron a Atenas en una verdadera fortaleza que incluía al puerto del Pireo.
La confrontación de dos en una porción geográfica siguió a lo largo de la historia, lo vimos con Roma y Cartago, Francia e Inglaterra o la Unión Soviética frente a la OTAN; siempre vuelven las lecciones que nos legó el historiador griego.
De la guerra del Peloponeso y su conexo conflicto civil ateniense nos quedan personajes como Pericles, que con su estrategia de desgaste empezó las hostilidades, Alcibíades -sobrino de Pericles y formidable general-, Critias -el malvado oligarca que traicionó a su ciudad con tal de implementar un modelo espartano-, Terámenes -hábil político que jugó tanto con democráticos como oligárquicos-, Aristófanes -inigualable comediógrafo que despreció al régimen democrático y retrató las miserias políticas de su tiempo-, el genio de Fidias -director de las obras públicas en la ciudad, responsable del Partenón y la legendaria estatua de Athena Parthenos- y hasta Sócrates -ejecutado por los democráticos radicales bajo la acusación de corromper a Critias y Alcibíades-.
Ahora vemos que Rusia con la invasión a Ucrania no es precisamente el país que se perfila como la potencia amenazante; agazapado moviendo los hilos de la trama se encuentra el premier Xi Ping, quien busca encabezar una alianza que dispute el primado a occidente. La trampa de Tucídides se presenta de nuevo.