El tiempo de los pisistrátidas

Pisístrato fue uno de los tiranos más celebres que se conocieron en la historia de las ciudades-estado griegas; podríamos denominarlo uno de los primeros demagogos en occidente, pues inició un plan de obras públicas importantes y favoreció a los estamentos más bajos de Atenas.

Empezó una dura guerra contra Megara y logró arrebatarle la isla de Salamina -lugar donde un siglo después Temístocles derrotó a los persas-.

En sus obras edilicias impulsó las artes e ilustrando el adagio romano “panem et circenses” impulsó el fasto de las celebraciones en honor a la divinidad patrona de la ciudad -Panateneas- y construyó un nuevo Telesterio -sala para la iniciación de los misterios- en Eleusis, ubicada a unos 20 kilómetros de la ciudad, un lugar cuya devoción a Démeter gozaba de gran popularidad entre los atenienses.

Pisístrato en teoría respetaba la institución del areópago y formalmente los contrapesos del arcaico sistema ateniense establecido por Solón subsistieron; no obstante, el llamado “tirano virtuoso” se rodeó de mercenarios y heredó el poder a su hijo Hiparco, quien más adelante sería asesinado en circunstancias poco claras.

La dinastía de Pisístrato procedente de la Filaide -de allí que su linaje y la gente de su círculo fueron llamados “filaidai”- fue expulsada del poder mientras regía Hipia, los responsables fueron los alcmeonidas, quienes tuvieron su máximo exponente en Perícles durante el siglo V antes de Cristo.

Pisistrátida llamaban a todo aquel en Atenas que detentaba un poder que transgredía las reglas establecidas, había formalidad de hecho en los sistemas, pero no de derecho, como también sucedió con el principado romano.

Ahora, vemos que vuelve a ponerse de moda el populismo y la tentación de atropellar los pesos y contrapesos manteniendo las formas, es decir, preservando un cascarón disfrazado de institucionalidad que nada significa ante la cooptación del Estado.

Sucede en Nicaragua y Guatemala, donde los retrocesos son más que notorios; sin embargo, también en el primer mundo observamos el atropello de un dictador con potencia nuclear contra un país soberano violando todo el derecho internacional.

Aquellos que buscan apaciguar al autócrata con iniciativas de paz, tratan de equiparar moralmente al agresor con el agredido; algo inaceptable y que puede sentar un perjuicioso precedente que solo pone en peligro al planeta. Muestra de lo anterior es el aumento de la tensión entre China y Taiwán.

El sentido autodestructivo del ser humano parece tener la inevitabilidad de una profecía autocumplida, el eterno retorno del suicidio político conculcando derechos propios, lo hemos visto a través de la historia una y otra vez en asambleas, congresos y senados.

En este momento, pareciera un empecinamiento echar por tierra toda la esperanza que se avecinaba al principio del milenio, cuando se puso de moda la libertad. Hoy el panorama es más sombrío y la sensación apocalíptica de los 70 toca de nuevo la puerta. Para quienes testificamos la caída del muro y la esperanza de un mundo mejor en los 90, nos encontramos de retorno en el tiempo.

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