Nunca por qué…

Nuestro país es una especie de realidad paralela en el mundo, una suerte de ucronía de lo que debería ser una nación que ha pasado por tanta adversidad, una especie de mañana repet ida diariamente en un tiempo infinito.

Actitudes, hechos y opiniones; recuerdan a la arqueología de ciudades como Roma, Troya o la misma Tikal; donde conviven estructuras de distintas épocas en un mismo plano de terreno. La columna de Foca está a pocos metros del ara de César en el foro romano, mediando entre ambos unos 500 años.

En un mismo espacio, vemos posiciones tan distantes temporalmente que se asemejan a sustratos epocales, difiriendo por cientos de años. En ese sentido, conviven con la tecnología actual ideas de las más variadas eras; unas del medioevo, otras podrían pertenecer al “ancient regime” francés, la época victoriana, los sesenta, setenta y las menos pueden ir al paso de la actualidad.

Cuando una nueva autoridad llega a una sociedad primitiva, el líder o encargado del orden sustituye al mago de la tribu; esto fue bien descrito por Dumézil, Jung y Levi-Strauss en sus estudios académicos. Aquí vemos a profesionales universitarios justificar la realidad nacional a través de fórmulas simbólicas emanadas de aquellos que desempeñan ese rol mágico; por ello, los predicadores que difunden la teología de la prosperidad han proliferado tanto en corto tiempo.

La pregunta que desencadena toda comprensión de una realidad, es el “por qué” de las cosas, un cuestionamiento que sociedades poco sofisticadas se formulan muy escasamente; pues es fuente de cambio y desafío al poder constituido. Aquí se busca reaccionar desde la posición tribal ante los graves desajustes que vivimos como sociedad, se trata de justificar las razones a través de subterfugios basados en prejuicios y premisas que van desde la predestinación, hasta inferioridades étnicas.

Por ello, tragedias ocurridas como el hogar Virgen de la Asunción y las Gaviotas se degradan a lo anecdótico; porque se trata de seres inferiores. En élites y tomadores de decisiones pocas veces subyace la célebre pregunta. Queda sólo la justificación que reconoce el hecho por lo aberrante, no se cuestionan las causas.

Se ordena al Ejército impedir que un barco practicante de abordos atraque en nuestras costas, pero somos indiferentes ante la muerte de menores procedentes de un estamento ajeno.

Los fundamentos de nuestros desastrosos números en desarrollo humano son de sobra conocidos; no obstante, obviados. Nos circunscribimos a condenar casos particulares, sin preguntarnos cómo llegamos a ser la nación que somos. Las razones que originaron nuestros conflictos internos se encuentran inmutables. ¿Qué hemos hecho como sociedad?

Tras la suspensión de Filgua, el domingo pasado policías municipales impidieron un intercambio de libros en el parque de La Antigua. La planificación familiar es tabú y los prejuicios religiosos prevalecen sobre la evidencia científica –en personas supuestamente estudiadas–. Por cierto, tenemos dos premios nobeles de los cuales se reniega constantemente.

Cabría preguntarse por qué fuimos el primer país que se declaró incapaz de solucionar cuestiones fundamentales como la justicia y decidimos pedir intervención a la comunidad internacional. Permitimos que otros solucionaran nuestras miserias, como escapismo a esa vergonzosa realidad.

Después del trueno, Jesús Marimba; ahora invocamos oportunistas nacionalismos, que solo evidencian nuestro patetismo.

P.S. Mi solidaridad con Marielos Monzón, la libertad de expresión es un derecho sagrado para todos; sin distingo ideológico.