Cuando Kamala regresó a la base Andrews en Maryland por desperfectos en su avión, algunos respiraron aliviados y creyeron que Jehová de los ejércitos o Escrivá de Balaguer habían hecho el milagro de no permitir la llegada de la vicepresidenta del gobierno comunista del comandante Biden.
Lastimosamente, la realidad para los agentes de choque que sirven a cierta élite -un poquito menos prosaica que sus sicofantes- es muy distinta a lo que ocurrió en la visita de la vicepresidenta; la cartilla que leyeron distó mucho del tema migratorio como eje central del evento.
Un grupo de empresarios decidimos organizar una asociación que fuese una voz distinta en el sector privado, la cual, lejos de convertirse en una competencia, debe ser vista como opción que puede enriquecer el debate nacional. El Consejo Nacional Empresarial -CNE- se presenta como una entidad con propuesta disruptiva, quizá en algunos temas pueden existir diferencias con respecto al empresariado organizado tradicional; empero, los principios de competitividad, productividad y transparencia deberían ser puntos comunes que nos unan.
Hice la anterior digresión, porque pese a su reciente lanzamiento, el CNE fue invitado conjuntamente a las organizaciones tradicionales del sector privado a la reunión con Juan González, Ricardo Zúñiga y el embajador William Popp.
Los estadounidenses fueron claros en afirmar que la lucha contra la corrupción aquí es un asunto de Estado para el gobierno del presidente Biden; hubo mucho énfasis en establecer que el sector privado debe presionar a los organismos estatales para que se alejen de prácticas corruptas.
La coincidencia de agendas del gobierno norteamericano y el bien de Guatemala, echan por tierra cualquier tipo de patrioterismo que pueda ser socorrido por aquellos que defienden el statu quo; no se trata de las tierras del la United Fruit Company o ceder el territorio para el entrenamiento de tropas para una invasión. En este caso, los gringos finalmente identificaron a la corrupción como el privilegio más caro que existe en Guatemala, aleja inversiones sanas y atrae capitales que para prevalecer deben subvertir el sistema político y resta competitividad a las inversiones públicas; el costo de oportunidad para la creación de empleos es enorme y presiona la migración hacia el norte.
Los números en desarrollo humano que destruyen todas las excusas que puedan presentar los beneficiarios del actual esquema, nos llevan a plantearnos la necesidad de cambios profundos en el modelo que tenemos. Nuestro mayor ingreso son las remesas, con ese flujo se beneficia la producción de bienes “no transables” o de consumo que no aportan a la creación de nuevas industrias; estos sectores no se someten a presiones de competencia; no obstante, les fortalecen políticamente y a su vez permite detener cambios fundamentales como la ley de libre competencia.
Lo anterior es otra gran presión para la fuga continua de connacionales a los Estados Unidos, es evidente que como vamos, la inviabilidad es nuestro destino final.
Es importante que hagamos que el CNE tome un lugar en la agenda política del país. Por ejemplo, en Guatemala existen demasiados requisitos para iniciar negocios. Una de las cosas que yo siempre he creído que representaría una economía es libre es que: una abuelita pueda iniciar a vender su salsa secreta en un supermercado (i.e., en el canal formal) en menos de 30 días. Hoy hacer eso es una odisea de millones de Quetzales en licencias ambientales, permisos y demás mecanismo anticompetencia que se justifican en «seguridad», cuando en realidad si algo te pasa por consumir un alimento en mal estado la licencia no garantiza que el estado te cubrirá o se hará responsable, literalmente es un mecanismo para frenar a los emprendedores de tener acceso al mercado formal. Esto creo que es lo primero que debemos cambiar para romper el sistema anticapitalista, que realmente como lo definen economistas es un sistema neofeudal.
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Excelente resume mucho de lo que se esperaba de la venida de la vicepresidenta. Aplaudo la creación de la CNE.
Saludos
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