Es mundial jóvenes

Dicen que mal de muchos, consuelo de tontos; no obstante, es un fenómeno que no respeta tendencias ideológicas, credos, trayectorias y canas.

La lucha contra la corrupción se ha convertido en el estandarte para el mundo entero, lo padecen desde centroderechistas como Otto, Martinelli o Temer; hasta izquierdistas como Lula, Kirchner o Rousseff.

Ni siquiera el sempiterno Blatter se salvó de esta malatía zombie, la corrupción en FIFA se reveló desde Suiza hasta Guatemala. Lo mismo ocurrió en el Comité Olímpico Internacional, pues los rusos alteraron las muestras antidopaje a sus atletas. Incluso hasta la Agencia Mundial Antidopaje misma, que ha visto a su representante local en Guatemala falsificar documentos y alterar procedimientos para eliminar la competencia de unos deportistas sobre otros.

La corrupción es una especie de ácaro congénito que siempre acompaña a la humanidad, solo se le ha puesto atención cuando el picor es insoportable. Quizá nunca se le había enfrentado como en estos tiempos y ello podríamos atribuirlo al fenómeno último que son las redes sociales, pues si Internet rompió la tiranía del establishment periodístico internacional –finalmente se pudo publicar globalmente sin restricciones– ahora la siguiente evolución digital ha convertido a la gente en la muchedumbre de la arena que determina quién vive o muere.

Antes, publicar una historia comprometedora en un tabloide era sumamente difícil, sobre todo si era contra grupos poderosos o políticos bien establecidos; hace poco fue sacado a empellones del avión un pasajero de una línea aérea internacional; el incidente fue filmado y publicado por alguien en twitter. El resultado fue que la compañía perdió una buena cantidad de plata en la bolsa, debió publicar una disculpa e indemnizar al tipo, que en otro tiempo, hubiese engrosado el catálogo de las historias anónimas e injustas del planeta.

Los linchamientos virtuales están a la orden del día, para bien y mal; los juicios mediáticos son el reality por excelencia en las redes, por ello, la lucha contra la corrupción solo fue posible ahora, porque se democratizó la difusión y el acceso a la misma; antes debía pasarse por un cuello de botella determinado por unos pocos, que por eso, detentaban un poder muy vasto.

Ahora los políticos nacen y mueren el mismo día, el brasilero Michel Temer está sufriendo lo que en su día Danton, que empezó a guillotinar a medio mundo y resultó víctima de lo que inició con otros. El mandatario carioca azuzó a la gente para salir de Dilma y ahora esos mismos cuervos le sacan los ojos.

Los que piensan en un plan maestro conspirativo atrás de todo esto, pueden estar hilando demasiado fino, igual que los señaladores de una estrategia hurgada por esa secta secreta leninista aquí para tomar el poder. Lo que ocurre es que los medios difusores ya no pueden controlarse. Puede decirse que son élites sacando élites, chusma a finos, otros podrían afirmar que los del gobierno invisible mundial nunca son tocados, aun cuando hemos visto caer personas, compañías y políticos que otrora habrían vivido impunemente.

Hasta el mismo Trump se las está viendo muy duras ante la opinión pública por sus nexos con Rusia. Algo que antes tenía margen de contención, ahora se filtra instantáneamente. Otra realidad, otra dimensión de la información.

Así que jóvenes, vayámonos acostumbrando, porque lo único que se vislumbra es que la velocidad de difusión aumente, no que se contenga. Es lo que es…

Sic transit gloria mundi –así va la gloria del mundo–.

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