El capitán del Titanic

Cuando lo escuché hace algunos meses, pensé que era un rumor de los oenegeros, pero siempre la estupidez puede superar la capacidad de asombro. “Después de mí, el diluvio” dijo Luis XIV. Ahora el mandatario guatemalteco desata una crisis política que abona a la depresión económica que vivíamos, para “madrugar” en el proceso de antejuicio que se le formaba y así robarse la salida en el caso que se lleva en su contra.

Algunos dicen que el presidente puede estar violando el artículo 154 de la Constitución que afirma: “Los funcionarios y empleados públicos están al servicio del Estado y no de partido político alguno”. Más adelante reza que el mandatario “…tiene vedado favorecer a partido político alguno.” .

No obstante, hay abogados que aseguran la existencia de obstrucción a la justicia, pues lo más grave se encuentra en el artículo 9 de la ley contra la Delincuencia y Crimen Organizado, que declara en su inciso “c”: “Quien siendo funcionario público o empleado público participe en alguna fase de los métodos especiales de investigación, procesamiento y juzgamiento de los delitos establecidos en la presente ley, que: 1. Proteja indebidamente o encubra a quién o a quienes aparecen como sindicados de un hecho investigativo”.

El presidente inició un proceso contra Velásquez al interno de la ONU y aportó un dossier con las supuestas acciones cometidas fuera de su mandato; empero, el sábado en la noche, acompañado de la oscuridad que le envolvía, decide declarar “non grato” al comisionado. El Secretario General Guterres se dijo “estupefacto” ante la decisión del presidente caricato, evidenciándose que lo acordado en el organismo internacional fue otra cosa. Eso deja maltrecha la imagen del Morales, nada más y nada menos que con el número 1 de Naciones Unidas.

No cabe duda que Morales decidió zarpar en el Titanic, desgraciadamente para él, Guatemala no es Rusia o China; la dependencia de la comunidad internacional es fundamental, sobre todo desde el punto de vista comercial hacia Estados Unidos. El mandatario tomó la decisión final, quizá si no hubiese estado sometido a proceso él y sus familiares; contaría con algún tipo de autoridad moral. No obstante, la decisión estila a borbotones conflictos de interés.

Así mismo, el convenio que crea a la CICIG es inédito y hay juristas que declaran la imposibilidad del presidente en su declaración, debido al status especial del acuerdo. En ese sentido se violaría la prerrogativa de Secretario de la ONU respecto al nombramiento del comisionado.

Morales jamás contó con el iceberg del amparo ante la CC, interpuesto previamente a la declaratoria del gobernante. La corte lo dio con lugar, por lo que el presidente podría terminar de inmolarse invocando el artículo 156 de la Constitución que expresa: “El presidente no está obligado a acatar órdenes ilegales”. Si ignora el fallo, esto equivaldría a un golpe de Estado al mejor estilo de Serrano.

El primero en zafarse fue el canciller, renunciaron ya algunos ministros y funcionarios, los sectores se han desmarcado del presidente y finalmente sus adláteres poco a poco lo dejarán solo. Tal vez sólo el taquero y personajes similares le acompañarán en el Titanic. Esperemos que no haya hechos de violencia con ajustes de cuentas, aprovechándose la coyuntura.

Morales reflejó las adolescencias de muchos guatemaltecos, pensó en sí mismo y poco le importó lo que suceda al país; al igual que los contaminadores de un río o los que gozan de privilegios a costa del resto.

La pregunta que todos nos hacemos es: ¿Cuánto le queda?

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