Entre el 20 de marzo y 1 de mayo de 2003 una minoría nos opusimos a la invasión de Iraq por parte de la administración Bush; recuerdo perfectamente que badulaques entusiastas loaban el bombardeo quirúrgico que las fuerzas estadounidenses infligían al régimen del dictador Sadam Husein.
Aquellos que han analizado con juicio crítico y detenimiento este problema político regional, llegaron a la conclusión -basada en real politik- que el problema entre sunitas y chiítas fue la matriz para apoyar a Bagdad en la guerra que libraron Iraq e Irán. Era por tanto una estupidez de occidente atacar un régimen como el de Husein, el terrible dictador sunita que -pese a su desalmada tiranía- era un interlocutor mucho más “manejable”que un régimen fanático como los ayatolas de Irán.
Cuando el mundo cambió por los sucesos del 9-11, después de un bombardeo contra los talibanes en Afganistán -supuestos alcahuetes de Al Qaeda- el enemigo se transformó en Sadam. Es inolvidable la penosa exposición sobre las armas de destrucción masiva que presentó Colin Powell en la ONU y la mofa que el canciller alemán hizo argumentando que “simplemente no lo creía”. Lo cierto es que nunca aparecieron.
El régimen sunita de Husein sucumbió al igual que Gadafi y Mubarak, el temor siempre se advirtió en el sentido que Iraq caería bajo la égida de la teocracia chiíta iraní cuyo gobierno rige una nación mucho más grande y poblada. Era claro que derrocar a un gobierno basado en un estado nacional y no el panislamismo, aliado de occidente y hasta reconociendo Israel; era abrir la puerta al fundamentalismo religioso.
Pese a ello, la desestabilización del medio oriente continuó en una vorágine que afectó Libia, Egipto e hizo tambalear a Siria.
Ante la eliminación de la influencia sunita en Iraq, las fuerzas iraníes y su sanguinario mariscal Soleimani fueron cooptando la nación iraquí, acabaron con Al Qaeda y el Estado Islámico -fanáticos suinitas- para proseguir con ese destino manifiesto que los persas tienen en la región desde los tiempos de Darío.
Los tentáculos de los Quds llegaron hasta Yemen, Sudán, Hezbolá en el Líbano, acabaron con las milicias sirias que amenazaban a al Asad y controlan la mayoría del parlamento iraquí; el cual acaba de pedir la expulsión de las tropas norteamericanas de su país. Estados Unidos ya evalúa sanciones contra el gobierno de Bagdad. De abandonarse el país, se consumaría la anexión factual de Iraq hacia Irán.
Quien arriesga más en todo esto es Israel, pues se agrega otro vecino hostil y aumenta la amenaza nuclear con el reciente anuncio iraní de cesar sus restricciones sobre la producción y enriquecimiento de uranio.
La inteligencia durante los últimos gobiernos republicano y demócrata había decidido no eliminar al mariscal iraní, el cálculo siempre fue prefiriendo el mal menor y la precaria estabilidad en la región.
El actual gobierno estadounidense deberá probar fehacientemente el inminente ataque que sufrirían objetivos americanos, de otra manera el fenómeno “Wag the dog”que tanto Trump repitió respecto a Bush y Obama podría volvérsele en contra, agudizar el proceso de impeachment y acabar con las aspiraciones de reelección para el “Tycoon” americano.
El tuit amenazando destruir objetivos culturales en Irán -si hay represalias- debió corregirlo el secretario de Estado ayer ante el rechazo que causó.
Analizar la región en absolutos es parte de la estupidez que impide solucionar los problemas allí.
Mientras tanto, el mundo inició el año con un marcapasos regido bajo el signo de Marte…