La crisis de la verdad

Las redes sociales son un arma formidablemente poderosa, ello ha ocasionado profunda preocupación entre aquellos que operan en las sombras debido a que existe una auditoría constante que no respeta autoridad o lugar; no obstante, esta nueva realidad tiene otro aspecto preocupante: la inundación de data o información que abruma a los usuarios y en varios casos ocasiona la proliferación de tendencias que gravitan alrededor de datos falsos o medias verdades.

Se ha llegado hasta absurdos como el serio cuestionamiento de la redondez de la Tierra que muchos han planteado a través de eventos como la “Flat Earth International Conference” y los que sostienen la mega-conspiración de las vacunas como un fraude para sacar dinero por parte de las corporaciones farmacéuticas.

Si Umberto Eco tenía razón al afirmar que las redes sociales dieron voz a “legiones de idiotas” ello conduce indefectiblemente a que en temas donde necesitas un conocimiento más desarrollado pueda ocurrir la alteración de la verdad.

Con suficientes replicantes puedes generar una ola de creyentes que diseminen la versión que pusiste en marcha.

La invención, alteración o tergiversación de los hechos es una práctica desde los tiempos antiguos; Eusebio de Cesárea considerado “Padre de la historia de la Iglesia” publicó la correspondencia entre Jesucristo y el toparca Abgaro en la que promete el envío de un apóstol para ocuparse de curarlo a causa de una enfermedad que padecía este reyezuelo de Edesa -el nazareno no podría porque estaría ocupado ascendiendo al cielo-. Las misivas fueron tomadas como auténticas hasta que la farsa no pudo sostenerse más, la misma conclusión se infiere con sus cartas patrísticas y los nuevos testimonios encargados por Constantino.

Así mismo, se cree que Nerón sacrificaba cristianos para su deleite en el Coliseo, un bulo surgido durante los primeros siglos de la iglesia y reforzado en el siglo XX por Hollywood en la película “Quo Vadis” donde Peter Ustinov en ínfulas del emperador romano se regocija con el sufrimiento de las guapas actrices anglosajonas que interpretaban a las angelicales devotas de la “nova religio”. El Coliseo no existía en tiempos de Nerón.

Indro Montanelli decía que el tirano en mención, llamado en realidad Lucio Domicio Enobarbo y cuyo mote significaba “el fuerte” en dialecto sabino, tuvo la desgracia de caer en la pluma de Suetonio y Tácito; pese a que muchos años después de su muerte nunca faltaron flores en la tumba.

Por su parte, hay quienes aseguran que el “Anales” de Tácito –que describe precisamente a Nerón culpando a los cristianos por el incendio de Roma- se trata de un clamoroso falso producto del ingenio de Poggio Bracciolini, quien durante el siglo XV fabricó este libro por encargo del cardenal Piero Lamberteschi. El objetivo sería engrosar las exiguas fuentes -fuera de los evangelios- que comprueban la existencia histórica de Cristo.

Cuando tienes varias versiones de un evento es inevitable dudar y si te saturan con una multiplicidad de datos, estudios, teorías e imágenes; entonces sucede que como ciudadano de un mundo globalizado ya no sabes en qué creer, es cuando decides ignorarlo y continuar con tus actividades cotidianas; esa es la tarea de algunos inescrupulosos estrategas de opinión en la actualidad, justamente generar información suficiente para deslegitimar hechos reales y sembrar la duda en la mayor cantidad posible de personas.

Así, las redes sociales son aprovechadas por los poderes fácticos para su prevalencia.

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