Djokovic, Goldfinger y Hugo Drax

Nunca en la historia de la humanidad hubo acceso a la información global como ahora; la cantidad disponible de cualquier evento es inconmensurable. Las redes sociales han removido dictaduras, revelado escándalos y democratizado la opinión pública; sin embargo, hay un lado macabro en todo esto, Umberto Eco dijo que este fenómeno daba voz a legiones de idiotas; parecía una sentencia exagerada de alguien que desde el confort de la academia quizá sintió intrusión en su espacio.

Eco se quedó corto, muy corto; la difusión de toda suerte de ideas insensatas que son replicadas ad infinitum por el sistema algorítmico de Facebook, Twitter, TikTok e Instragram; ha desatado un evento que por su anacronismo demanda especial atención: el rechazo a las verdades científicas. En mi anterior artículo mencionaba la persistencia del pensamiento mágico, esto porque hemos vivido a merced de los fenómenos naturales por mucho más tiempo que con la compañía de la ciencia; esa impronta está grabada en nuestra psique.

Cuando occidente estuvo en una etapa previa a la revolución industrial durante el siglo II de nuestra era, esta no sucedió por la deleznable institución de la esclavitud y las invasiones bárbaras presionadas por las tribus siberianas meridionales; ello en un imperio que había abandonado su centro de poder, cultura y eficiencia.

En poco tiempo, la humanidad cayó en el medioevo, las ciudades se despoblaron, la autarquía prevaleció y unos pocos tuvieron acceso al conocimiento; solo en el siglo XVIII se logró llegar a ciertos niveles de la antigüedad.

La revolución industrial ocasionó avances insospechados, tras el fin de la segunda guerra mundial y gracias al orden internacional liderado por la ONU -aunque aquí algunos idiotas digan que son comunistas- se logró sortear el peligro nuclear. Esa relativa estabilidad ha generado avances tecnológicos en proporciones geométricas y la revolución digital nos mantiene en permanente transformación.

Por lo anterior, causa estupor la proliferación de estos negacionistas que pululan especialmente en Estados Unidos -una nación líder en el ámbito tecnológico-. El percutor fue Donald Trump con su retórica primitiva e incendiaria, utilizando paradójicamente Twitter para difundir sus mensajes.

En época de pandemia, la teoría de una conspiración China fue sustituida cuando llegaron las vacunas; los libertarados que supuestamente defendían la libertad de emprender y sus bondades, ahora gritan que es un plan de dominio al estilo de Auric Goldfinger, Hugo Drax o Zorin en un film de Bond.

La absurdidad se hace presente con Djokovic, un ignorante y egoísta que juega bien al tennis; el cual, por querer estar sobre las reglas de un país fue deportado. Su padre lo comparó con Jesucristo, algunos badulaques le declararon héroe de la libertad, llaman dictadura al gobierno australiano y otros cretinos con un puñado de seguidores en redes discuten sobre la tecnología de las vacunas como si fuera fútbol.

El peligro que la ignorancia nos lleve a otro oscurantismo está más latente que nunca.

2 comentarios en “Djokovic, Goldfinger y Hugo Drax

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