Deplorable, prejuiciado, misógino, supremacista y extremadamente vergonzante para la dirigencia republicana; el “Tycoon” o magnate neoyorkino, se ha convertido en el fenómeno que tropicalizó la política estadounidense hasta niveles que hace poco eran reprochados con sorna por los mismos norteamericanos, hacia nuestras naciones en el subcontinente.
Donald Trump representa la emancipación del voto “White trash” que la clase dirigente obvió durante años y estuvo aletargado por algún tiempo, debido a una especie de ocultamiento en la esencia propia y la mascarada de una forzada posición políticamente correcta, ante el cambio de la composición étnica de los Estados Unidos en los últimos 30 años.
Trump encarna el resultado de una sociedad económicamente exitosa pero notablemente ignorante, en al menos un 30% de su población apta para ejercer el sufragio. Los países educados pueden tornarse en ingobernables y la famosa “accountability” llegar a ser insoportable para los políticos, pero ello es mejor que caer en la tentación de un populista o dictador. La ignorancia engendra los fantasmas que los populistas utilizan para justificar el constreñimiento de libertades civiles; la nominación de Donald Trump es producto de ese sector blanco donde todavía funcionan los exorcismos de sectas neopentecostales para resolver problemas psiquiátricos que en sociedades más avanzadas se tratan con psicofármacos.
El candidato republicano tranquilamente podría ser un dirigente empresarial recalcitrante guatemalteco en alguna de las cámaras de nuestro país; pues busca proteccionismos y evade impuestos, sintiéndose al mismo tiempo superior porque genera empleo. Se aprovecha del sistema para que los pendejos de abajo paguen y lejos de avergonzarse, se jacta de ello sintiéndose “smart”. Así mismo, estila un desprecio enorme por aquellos que físicamente no luzcan como él y crea conspiraciones para justificar sus fracasos y derrotas ante sus rivales.
Es alguien que le molesta el ascenso dirigencial de las mujeres, pues para él son objetos que tienen una función puramente estética en el mundo, no en balde compró la franquicia del concurso de Miss Universo. Aquí la presencia femenina en las juntas directivas de algunos sectores es inexistente y cuando ocurre, es una anecdótica excepción.
La demonización que Trump ha hecho de los inmigrantes, es la misma que algunos hicieron y hacen con muchos que tildan de comunistas, solo por cuestionar algunas prácticas que incluso son contrarias al libre comercio.
La promoción que hace de barreras a las importaciones, nos recuerdan a lo que en un momento fue el mercado común centroamericano, que buscaba proteger la industria nacional a costa de los consumidores; como actualmente ocurre con la exención del impuesto sobre la renta a algunos, utilizando eufemismos diversos para la existencia de privilegios.
Por ello, los teóricos de la conspiración han lanzado la sorprendente afirmación (no carente de fundamento antropológico) que en realidad Donald Trump es un canchito que nació en Chiquimula y es hijo no reconocido del papá de Lencho Patas Planas. Al verse en estado de necesidad, la mamá decidió emigrar a los Estados Unidos con la creatura, donde trabajó como doméstica en la casa de una familia acaudalada y su patrón, Fred Trump, cayó ante los irresistibles encantos de la chiquimulteca. Abandonándolo todo por amor, se fugó con la belleza oriental y finalmente decidió adoptar al chispudo ixchoco que sacó el ingenio de su medio hermano, solo que en las finanzas… Ya me lo empiezo a creer.