Una de las frases del subconsciente chapín como “fíjese que” o “no tenga pena” es el socorrido: “miremos para adelante”. De larga data, es una sentencia preferida por las élites dirigentes, sobre todo en situaciones donde ya no existe más salida que la admisión de un error. El perdedor en una discusión donde prevalezcan los argumentos de peso, recurre a esta herramienta sintáctica que llega como “deus ex machina” a salvar la situación, que de otra manera le llevaría a otorgar concesiones y aceptar cambios.
Cuando la metida de pata es de campeonato y debe hacerse una “tabula rasa” respecto a algo éticamente inviable, la frase se convierte en la vía de escape para aquellos que buscan la preeminencia de su posición.
El versátil sintagma aparece si te deben una disculpa y hay consecuencias para algunos; tus interlocutores por encontrarse en una posición de poder, condescienden contigo admitiendo medianamente la penosa situación y como graciosa admonición te invitan a olvidarlo todo y “ver para adelante”.
Como especialistas en esa ciencia oculta que es el Miremosparadelantismo, hemos incurrido en los mismos errores constantemente y las causas de nuestra penosa situación se ignoran; porque es mucho más cómodo que todo siga igual y fijemos la vista en el horizonte venidero.
Se entierra las grandes injusticias que se cometieron con muchísimas personas, a tal punto, que evadiendo nuestra responsabilidad de pedir cuentas a políticos, funcionarios y dirigentes cooptados por la corrupción; mejor vemos al futuro con pose de monumento.
El presidente devolvió un dinero anómalamente asignado por el Ministerio de la Defensa –que ayer desistió en comprar puentes sobrevalorados–, una buena parte del financiamiento de su partido no fue reportada y decidió utilizar su poder para declarar “non grato” al comisionado de Naciones Unidas que lo investigó.
Ahora, lo salvan con el “miremos para adelante” respectivo, invocando la preservación de la institucionalidad y se soslaya causales suficientes para una renuncia –donde haya un sistema político decente–. La guinda del pastel fue la Corte Suprema, que rechazó el antejuicio aduciendo la consumada devolución del dinero.
Me gustaría ver que alguna esposa o esposo admitieran sin chistar el “miremos para adelante” tras una quemada de canilla o que asientes cuando tu hijo diga “miremos para adelante” después de ser sorprendido dándote un gavetazo.
Aquellos que sostienen a Morales, subrayan la pérdida de empleos y falta de inversión por esa lucha contra la corrupción, cuando es palmario que nuestro subdesarrollo e índices de pobreza están íntimamente ligados a dicho flagelo. Si la inversión se deprime por la persecución de corruptos, entonces algo no andaba bien en el modelo.
Si bien es cierto que ganó en las urnas, no debe obviarse que timó a sus electores, pues nada ha tenido que ver con sus promesas de campaña. ¿Cuántos votarían por él otra vez después de lo que ha ocurrido? ¿Cuántos votos habría logrado, prometiendo declarar “non grato” a Iván Velásquez?
La estabilidad con las condiciones preexistentes, equivale a pobreza y violencia; la indulgencia traducida en “miremos para adelante” lleva numerosos fracasos a lo largo del tiempo y es sinónimo de impunidad.
Excusar así a quien representa la unidad nacional, es la aceptación de una naturaleza corrupta, algo que incluso indignó al alcalde en un canal de televisión. Nadie le obligó a suscribir su candidatura a la presidencia y se sostiene gracias a una mayoría de deslegitimados diputados.
Entonces, ¿Qué se puede hacer? Mejor miremos para adelante.