Desconexión sideral

Este título lo tomé de un magnífico tema de Bersuit Vergarabat, una de esas geniales bandas argentinas que solo ese país puede parir.

La canción trata de un astronauta y una bruja que viajan en una burbuja “derechito para el sol”. Es una metáfora de la dicotomía entre la razón y superstición en un circular despropósito.

La recordé tras la visita del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, pues asistí con los amigos de “La Cantina” en esa delegación empresarial alternativa, post-decimonónica, que apoya el cumplimiento de los derechos humanos y los esfuerzos que el MP y la comunidad internacional hacen contra la corrupción. Algo muy lejano para otros del sector, empecinados en continuar con este gatopardismo tropical.

Algunos en la dirigencia empresarial viven desconectados de la actualidad, están simplemente “out of service” de la opinión pública que ha establecido a Twitter, Facebook e Instagram como barómetros de sus tendencias.

Cuando escuché su apoyo a la absurdidad de las acciones presidenciales, imaginé a los comensales de un lujoso restaurante burlándose de aquellos que daban la voz de alarma… En el Titanic. El modelo de privilegios está agotado, el tapón que significó el mutis de la televisión abierta ya no funciona, porque ahora el control de los medios simplemente no existe. Hoy todo se sabe, cualquiera tiene una cámara, todos son reporteros en potencia y columnistas de 250 caracteres. Parafraseando a Terence McKenna: la realidad los rebasó.

Muestra de ese anclaje en el tiempo, es que no tenemos una ley de competitividad, que estén vigentes decretos anacrónicos como la ley del café –que sostiene a un club privado cobrador de un impuesto a las exportaciones y categoriza económicamente a los ciudadanos– o que contemos con la moneda más apreciada del continente versus una productividad muy baja. Por citar algunos ejemplos.

Parte de esa desconexión, es justificar el descenso en la calificación de Standard & Poors por las acciones en la lucha contra la corrupción, eso es como culpar al demonio meridiano de la bilis negra, por la depresión de los monjes en la soledad de sus monasterios medievales. La reducción en la calificación de riesgo se dio ante reportes de opacidad en tres bancos y la percepción que se tiene de oposición por parte del gobierno a esa lucha contra la corrupción. Cuando en el tercer mundo una administración cuestionable se enfrenta a la comunidad internacional, causa incertidumbre y ello lo reflejan las calificadoras; quien no crea la existencia de un vínculo entre estas compañías y el gobierno estadounidense es un alférez de la política. El percutor fue el enfrentamiento abierto del mandatario contra la CICIG.

Si algunos negocios de bienes y servicios se ven afectados por la nueva dinámica, sucede por la demanda artificial que creó el sistema corrupto; es verdad que se generaban recursos, pero imponían como condicionante la perpetuación del subdesarrollo; esto más temprano que tarde, era un cordero envenenado para el país.

Quizá la dirigencia empresarial debiera cambiar a sus hechiceros intelectuales, pues ningún favor les hacen al preservarlos en esa naftalina de la Guerra Fría. El empresario es por antonomasia emprendedor, vanguardista, visionario y competitivo; hoy la imagen que se proyecta es la del cerero que llora por el invento de la luz eléctrica y busca desesperadamente convencer al mundo que las candelas siguen siendo la panacea de la iluminación. “Ni el astronauta ni la bruja, saben qué hacer con la culpa y el miedo que les dejó, su sideral desconexión…” canta la Bersuit.

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