Dicen que Mani fue el último profeta revelado en la Persia del siglo III en nuestra era. Pregonó la visión dualista de la realidad, que establecía la existencia de dos reinos: el de la luz gobernado por el “Padre de la grandiosidad” y el mundo de las tinieblas regido por el “Rey de la oscuridad”. La entidad del bien tenía cinco eones: longanimidad, conciencia, razón, discreción y comprensión. El monarca del mal poseía eones equivalentes: aliento pestilente, viento ardiente, oscuridad, niebla y pozos envenenados; otras fuentes hablan de columnas quemantes y profundidades abismales.
Mani tuvo su primera revelación a los doce años, luego fue a la India y llevó el conocimiento adquirido a la dinastía sasánida.
Personalmente, creo que en su camino para la India cayó por accidente en un agujero profundo que resultó ser un portal multidimensional-temporal que le llevó al Oakland Mall en esta época. Desubicado y sin hablar el idioma, lo confundieron con un familiar recién llegado de los árabes vendedores de telas y fue aceptado en sociedad por su apariencia cool, barbita y colochitos que recordaban las imágenes de las procesiones en Semana Santa.
Conoció los binarios secretos del pensamiento elitario chapín, donde debés ser de derecha o izquierda, aliento pestilente o hijo de la luz; garritranca o querubín. Alguien con matices: no. Debes comprar el paquete completo, de lo contrario, te convertís en un espécimen que no termina de metamorfosearse hacia una definición. Esa dualidad ha sido muy conveniente para los que viven del sistema e impide llegar a consensos. Ese conservadurismo de Guate no tiene ideología, pues muchas veces puede mutar en sus principios con tal de mantener privilegios.
Para algunos maestros inspiradores de Mani, es insoportable que apoyes el libre mercado y las acciones contra la corrupción; cuando amenazan privilegios vigentes, el conservadurismo local no admite las innovaciones procedentes del capitalismo; el limbo existente en la ley de competitividad y la vigencia de la ley del café son ejemplos. Se invita a esos imanes de la novedad tecnológica a impartir conferencias, mientras se veda la planificación familiar por razones antediluvianas.
Así mismo, si buscas homologar la educación y salud de los habitantes para que exista una verdadera competencia de talentos, repentinamente te conviertes en un comunista consumado; no obstante, cuando defiendes algún privilegio de un grupo acomodado, sucede que impulsas la iniciativa privada del país y luchas por Guateámala. “Lo que pasa es que…” se convierte en la frase que te trae una explicación de la prebenda.
El maniqueísmo /conservador/ guatemalteco es la principal adolescencia de nuestra sociedad; identificarnos con absolutos es un pensamiento tribal digno de un estudio antropológico. Ahora las políticas públicas definen la orientación de los estados, no la ideología –las escasas excepciones confirman la regla-. Si el sistema de precios es insustituible para estimar el valor de un bien o servicio, apostar por la educación de un pueblo es básico para el desarrollo.
Tras navegar en la dualidad del pensamiento chapín, Mani obtuvo su última revelación y decidió acudir al tercer sanitario del baño de caballeros en el foodcourt del centro comercial. El vórtice multidimensional se abrió y el vidente logró retornar a su tiempo.
Con los sapientes conocimientos de la filosofía tortrixiana de Guatechula, dio a conocer su profunda hermenéutica y construyó ese dualismo que caracterizó a la doctrina maniquea.