Olvídese de la CICIG y las huestes estalinistas del Ejército Rojo que se ciernen sobre Guateámala; la contracción económica que experimenta el país es cíclica y consecuencia de la total ausencia de una política monetaria que favorezca la producción local. Insisto en que el tipo de cambio se ha convertido en el impuesto más terrible para aquellos que aquí producen y generan empleo.
La emisión de bonos con tasas atractivas por parte del Gobierno, ha ocasionado que las instituciones bancarias se dediquen a financiar al Estado y soslayen proyectos productivos que impliquen algún tipo de apuesta por ideas o innovaciones empresariales.
Por su parte, la Corte de Constitucionalidad como el árbitro supremo en que se ha convertido, ha contribuido a la incertidumbre existente respecto a ciertas actividades como la minería e hidroeléctricas. En economía no hay peor cosa que la incógnita en las reglas del juego; sea la opción a o b, la decisión debe ser clara, pues con fallos tibios el país disminuye su atractivo como destino para proyectos productivos.
El actual régimen se ha encargado de regresarnos a los años 50 del siglo pasado, al permitir el escandaloso deterioro de nuestra infraestructura. Recuerdo que en 1986 para ir a Tapachula uno se tomaba 4 horas; ahora, todos los que van a comprar productos baratos –cortesía de las autoridades monetarias del país- cuentan que son al menos 6 horas para llegar al mismo lugar.
El desmantelamiento del ferrocarril fue una de las estupideces más grandes que se han cometido en la era democrática, la vía férrea fue literalmente arrancada y los archivos de Fegua fueron destruidos por un conveniente incendio que eliminó elementos indiciarios de corrupción. La ausencia de un sistema ferroviario ha multiplicado enormemente los costos de transporte, una externalidad sólo equiparable al tipo de cambio.
La economía crece casi exclusivamente por el aumento demográfico que indefectiblemente se convierte en demanda agregada, los servicios no alcanzan para una población que crece muy por encima de la media en el continente. Lejos de instruir a las personas en la planificación familiar, los gobiernos son comparsas del mandamiento bíblico y el establishment con su medieval hipocresía, continúa apostando por el conservadurismo de Ayatolas iluminados que hacen una simbiosis religioso-estatal para justificar el sistema.
Los trámites aduanales continúan dependiendo de la discrecionalidad de los inspectores, los ministerios están semi paralizados y si es verdad lo que se dice en Sicilia respecto a que “el pez comienza a apestar por la cabeza” es entendible porque la mojarra que tenemos como gobierno hace tiempo tiene un tufo enorme.
Nuestro sector privado organizado, lejos de proponer un diálogo para la reactivación económica, se preocupa por las vacas sagradas que puedan salir salpicadas en la lucha contra la corrupción; al extremo que está dividido entre los cercanos al Zavala y aquellos que entienden que la cosa ya no podía seguir así.
Proponer un sistema electrónico de cuenta corriente para la compensación del IVA, simplificación administrativa, erradicar impuestos de exportación, una política monetaria enfocada a favorecer la actividad productiva y la inversión estatal en infraestructura para reducir costos; podrían ser algunas medidas para salir del letargo.
Culpar de la situación a la lucha contra la corrupción, tiene la misma lógica de la persona que en el entierro de Ríos Montt lo comparó con Jesucristo. Seguro alguien aquí no tardará en paragonar a la Cicciolina con la Madre Teresa de Calcuta.