Lejos de cambiarlo, es el país que te cambia

Una vez, hablábamos con un embajador europeo sobre la minería, él expresó su intención de mediar en un caso al respecto; creía honestamente en la industria y buscaba facilitar la situación de las cosas; no obstante, cuando le pregunté si existía una ley similar en su país, se desconcertó y reflexionó en voz alta que algo así sería impensable.

Existen foráneos que justifican violaciones a los derechos humanos en Guatemala, las cuales serían inaceptables en sus países; pareciera que el efecto chapinizador se impregna por ósmosis y el barniz de civilidad que traían al principio, paulatinamente se desvanece con la lija del roce social. La barbarie aún se encuentra presente en la epidermis del ser humano. Los abusos de privilegiados locales comienzan a soslayarse, hasta el punto que el discurso se va mimetizando hacia una mentalidad con ribetes anacrónicos. Por supuesto no son todos, pero son muchos. Ello quizá ocurre porque el extranjero de primer mundo que viene aquí automáticamente tiene aceptación social; esto le confiere una posición que probablemente jamás hubiese tenido en su país y se siente en una zona de confort que en la patria natal desconocía. Es entonces que se transforma en un ferviente defensor del statu quo, porque este privilegio social es en sí mismo un poder irresistiblemente seductor. Lo anterior explicaría cómo situaciones inadmisibles en un país desarrollado son tranquilamente aceptadas por extranjeros residentes en Guatemala. Lo mismo sucede con algunos diplomáticos.

Está el otro lado de la moneda, aquellos guatemaltecos que pueden estudiar allende nuestras fronteras, gracias a una posición económica holgada. Retornan con sendas maestrías, doctorados o carreras tecnológicas; en ocasiones pasan años viviendo en algún país del G7; empero, cuando retornan, el embrujo tiene un efecto impermeable y pareciera que el primer mundo jamás pasó por ellos; pues en absoluto mutan los rancios prejuicios con los que salieron. Si alguien vuelve con un concepto que signifique un cambio social, es visto con extrañeza y progresivamente abandona la posición hasta volver al estado original; pareciera ser sometido a un proceso de homologación mental al mejor estilo de la película ‘“The Manchurian Candidate”’ –la de Sinatra, no el pésimo remake que se hizo hace algunos años–. Las excepciones hacen la regla.

Así mismo, en la famosa alma mater de la “Rule of Law” algunos catedráticos y egresados culpan a la lucha contra la corrupción por la contracción económica y se hacen de la vista gorda ante el “Crony Capitalism” que sufre Guatemala, un manantial de aporías.

Por su parte, ciertos locales que logran subir en la pirámide social, aun siendo indígenas, lejos de buscar ese cambio refuerzan el sistema convirtiéndose en engranajes del mismo.

Recientemente, escuchaba la conversación de algunos residentes extranjeros que justificaban las ejecuciones extrajudiciales ocurridas en el país a manos de un aparato paraestatal. Es incomprensible cómo puedes pensar así cuando creciste en un sistema legal como el de Suiza o Inglaterra. La razón plausible es que te yergas socialmente gracias a este esquema perverso.

Agresti Latio capta ferum victorem cepit et mos maiorum intulit in Graeci” El bárbaro conquistado conquistó a los griegos y les introdujo las costumbres de sus antepasados…

Como diría Mateos: “son enigmas del corazón, lágrimas bajo la lluvia”.

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