Este gobierno surge por la indignación de la gente ante el caso “La Línea”, la CICIG develó el aparato corrupto del Patriota y asestó un golpe mortal a la maquinaria electoral de Lider.
La reacción ocurrió después de un letargo de décadas, la vieja política debía ser proscrita y por ello el “outsider” encarnado en Jimmy Morales significó el desprecio por los políticos tradicionales. Sin la CICIG jamás hubiese ganado las elecciones, ni siquiera en su ensoñación más pretenciosa.
El candidato comediante rechazó tajantemente los señalamientos de estar rodeado por personajes oscuros y públicamente pidió que se le investigara.
Tras ser electo, se circundó de los militares que juró no lo influían y cuando su familia salió salpicada en un caso de corrupción, decidió timbrar su pasaporte a la Antenora del noveno círculo en el infierno dantesco –el nombre de esa zona se debe al troyano Antenor, que en una versión poshomérica del mito, consigna a los griegos su ciudad al abrir la puerta del caballo de madera para que descendieran Ulises y sus secuaces–. En esa parte del Averno están los traidores a la patria.
El lastimero gobernante trató de sacar al hombre que originó su encumbramiento en el poder –Iván Velásquez– buscando impunidad para sí y los suyos; se alió con todo aquello que representaba la antítesis de sus lemas de campaña, transformándose en una penosa versión del final en “Rebelión en la granja” de George Orwell, donde los cerdos son confundidos con los hombres cuando traicionan al resto de los animales.
Eliminó técnicos capaces y colocó allegados de raíz común en ineptitud al frente de las instituciones, un ejemplo fue la tragedia del “Hogar Seguro, Virgen de la Asunción”.
Continuó minando la lucha contra la corrupción, para ello se sirvió de una sicofanta insulsa en el Ministerio de Relaciones Exteriores, el fin fue siempre escapar de la ley. Entre varios disparates confrontó a la ONU y buscó la salida del embajador sueco. No importó que la imagen internacional del país se fuera al retrete.
Removió al director de Conred y designó a un empírico diletante, el triste resultado está a la vista; la autoridad nunca atendió los boletines de alarma y la evacuación fue fatalmente tardía. Parámetro de lo anterior es el club “La Reunión” que pese a encontrarse aún más cerca del volcán, movilizó responsablemente a sus huéspedes sin pérdidas humanas.
Si quisiéramos buscar ejemplos de la banalidad del mal, los encontraríamos en la indolencia de este Ejecutivo al no permitir ingresar la ayuda internacional, o en el Congreso, que emulando al soldado sobreviviente que roba a sus compañeros caídos en el campo de batalla; buscó pasar leyes que garantizaran impunidad mientras la opinión pública volcaba su atención a la tragedia.
Donaciones oficiales con víveres de particulares, niños marcados en la frente, cienciólogos en los albergues, suspensión de las labores para encontrar víctimas o el tuit de una agencia noticiosa estatal aseverando que la gente no quiso evacuar; forman un nauseabundo mar de fondo.
Hasta los que en principio vieron la catástrofe como una oportunidad dorada para ganar la lucha pro-corrupción, debieron hacer un momentáneo silencio.
El sábado, la plaza se reactivó pidiendo su renuncia, al día siguiente, Morales reanudó la búsqueda de víctimas y desdiciéndose de meses anteriores pidió el acompañamiento de la ONU y OEA. La presión es muy fuerte.
El gobierno en su conjunto está más débil que nunca y como presagio funesto, algunos roedores ya abandonan el barco.