¡Oh Simón mago! ¡Oh míseros rapaces!

Se ha encendido un debate en redes por una noticia que publicó Univisión señalando a una celebridad neo-pentecostal de estar financiado por la reina del Sur.

Ello me hizo recordar que la reforma protestante fue una bocanada de aire fresco para la humanidad, su impacto fue elemento fundamental del humanismo renacentista que sacó al mundo de la penumbra en que se encontraba desde hacía un milenio.

Lutero fue excomulgado por el papa León X el 3 de enero de 1521 a través de la bula “Decet Romanum Pontificem”. La venta de las indulgencias plenarias que reducían el castigo temporal del Purgatorio fue algo que había ido demasiado lejos y mostraba la decadencia del alto clero. Es curioso ahora ver al pastor en mención diciendo que para adorar a dios “hay que llevar la biblia y la chequera”. Algo muy lejano de Mateo 19:21 cuando Jesús dijo al rico: “Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes , y da a los pobres, y tendrás tesoros en el cielo; y ven, sígueme”. También podríamos hablar del pasaje en Lucas 14:33 que sentencia: “Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones , no puede ser mi discípulo” o Hechos de los apóstoles 2:45: “vendían todas sus propiedades  y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno”. Esto es más parecido a las palabras de un líder campesino en vez de lo que algunos guías espirituales pregonan con la teología de la prosperidad.

Un tipo llamado Giovanni di Pietro Bernardone siguió al pié de la letra las sentencias anteriores, es el protagonista del movimiento pauperístico del siglo XIII y su influencia fue enorme; hoy es el patrón de Italia y entre sus legados está la invención de la alegoría del nacimiento en Navidad. La popularidad de San Francisco no fue acogida con mucho entusiasmo por los prelados, pues su forma de vida colisionaba con lo escrito en el libro y les era un molesto recordatorio. Lo mismo ocurrió a Lutero tres siglos después.

La simonía se define como el comercio venal de bienes sagrados y espirituales, surge por otro pasaje de los Hechos de los apóstoles en el que Simón de Samaría busca comprar los poderes de Pedro y Juan. El venerable Dante ubica a los simoniacos en el octavo círculo del infierno e inicia espetando: “!Oh Simón mago! ¡Oh míseros rapaces!” prosiguiendo: “aquellos que no fueron esposos de la iglesia, sino adúlteros, lobos rapaces por avaricia y codicia del dinero que hicieron mercado de las cosas divinas”.

No voy a opinar sobre cual es la verdad trascendental de la vida, pues en ello prefiero atenerme a Símaco: “¿Qué importa si cada uno busca la verdad a su modo? No se puede seguir un solo camino para alcanzar un misterio así tan grande”; no obstante, una de las pocas certezas que tengo es la diametral diferencia entre lo que veo en los programas de esos cultos y lo establecido en las escrituras cristianas.

Si la corrupción es aceite que lubrica nuestra pobreza, la ignorancia es su instrumento para evitar el cambio. Esta no es condición exclusiva de los pobres, al contrario, es fundamento imprescindible de privilegiados para justificar místicamente el statu quo, aunque ello signifique soslayar escandalosamente el rigor intelectual. Aquí, el neo-pentecostalismo lejos de liberar -como el protestantismo en Europa- es defensor del orden a costa de la enajenación colectiva, un dispositivo invaluable para mantener el sistema.

Quizá la reina del Sur necesitaba un gurú que le vendiera una indulgencia y consolara en las aflicciones propias de su actividad, eso sí, acompañada de un “efectivo” amor a dios.

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