28 de octubre del año 1065 “Ab urbe condita” –312 d. C.– Magencio y Constantino se preparan para la batalla final; uno refugiado en el Sol Invictus y el otro decide tomar partido por los cristianos, que asumen del judaísmo sus orígenes y de Mitra los rituales.
Ambos generales alinean sus tropas, uno manda a pintar el sol en los escudos, el otro la “P” con la “X” intercalada, como signo del “Christós” en griego antiguo, un staurograma. La batalla tiene lugar en “Saxa Rubra” cerca del puente que separa la vía Flaminia de la Cassia. El saldo en el ponte Milvius o Molle son miles de muertos, Constantino cae derrotado, su cadáver es encontrado corriente abajo en el Tíber. Se impone el Sol Invicto y sus denominaciones como Helios/Apolo/Baco–Dionysos. La derrota del Mitraismo/Cristianismo signa el futuro de la humanidad.
Magencio, desde su basílica afirma la “religio” del “mos mairum” –costumbres y creencias de los ancestros–. La religión de las catacumbas es proscrita y su peligrosidad es constatada por el Senado. Estaba en vilo el Estado. Las sectas cristianas subvertían las leyes del Estado y la inminencia del fin del mundo en su visión, generaban desertores en las legiones. El emperador triunfante tomó dos medidas fundamentales contra las amenazas en el “limes” occidental; primero revocó el decreto que eximía a los ciudadanos del servicio militar y privilegió la presencia de romanos en las cohortes. Las tropas auxiliares que en un tiempo se habían vuelto determinantes, volvieron a su función original. Así mismo, decidió retornar a los límites establecidos por Augusto, en el sentido de fortificar las fronteras no más allá del Rin.
Para finales del siglo XIII –V de nuestra era– las tribus germanas habían sido contenidas; los longobardos –que eran una de las grandes amenazas contra Italia– fueron rechazados y las provincias europeas se fortificaron como centros de negocio y cultura. Las Galias –tanto Cisalpina como Transalpina–, Hispania, Lugdunum, Londinum, Tolosa, Dalmacia, Dacia, Tracia y resto del oriente; conservaron su usos y costumbres. La política romana de recolectar el tributo y permitir a cada pueblo su propio gobierno funcionó. Parecía que había ocurrido una segunda llegada de Augusto con la “Pax Romana”; florecieron las artes, pintura y literatura; el perfeccionamiento de la perspectiva y refinamiento de las letras llegaron a niveles nunca alcanzados.
Era el siglo XV –VII de nuestra era– cuando el crecimiento poblacional incrementó el comercio, ello demandó más mano de obra y mejores métodos para aumentar la producción; es entonces que se desarrollan artefactos para hilar más rápido, molinos más eficientes y gracias al comercio con la China por la ruta de la seda, se conoce finalmente la pólvora. Nacía la revolución industrial, la palabra fábrica surge como término nuevo en las comunidades.
Los sirios se convirtieron en una próspera nación, el cristianismo, zoroastrismo, mitraísmo y judaísmo se tornaron en curiosas y marginales religiones que proclamaban la existencia de un solo dios. “Al fin y al cabo, la competencia entre dioses es sana para nosotros los mortales” afirmaba un desarrollador de nuevas máquinas que reducían el tiempo en la producción de ladrillos.
En los albores del siglo XVII –IX de nuestra era– hubo una terrible rebelión de esclavos en Licia, como una plaga se difundió la exigencia de mismos derechos para aquellos que desde hacía generaciones no tenían acceso a propiedad alguna. La revuelta era una amenaza peor que la última de los pueblos bárbaros. Después de cruentas luchas, se dictó la “Lex Cornelia Schiavi” que promulgaba la manumisión de todos los esclavos del imperio. Actualmente, en Alesia existe un monumento gigantesco del “gorro frigio” como referencia a la abolición total de la esclavitud. Por su parte, las mujeres, gracias a las pioneras Julia Mamea y Julia Mesa durante la dinastía de los severos; lograron ingresar al Senado a mediados del siglo XV –VII de nuestra era– primero fueron electas en los comicios centuriados –una mujer por gens– luego se les permitió optar a la tribunicia postestas –dos tribunas en un cupo de diez magistrados– y posteriormente pudieron concurrir al “cursus honorum” en igualdad de condiciones respecto a los hombres. El prejuicio contra las féminas se volvió una anécdota de la época primitiva; total, desde hacía muchos siglos la triada capitolina romana tenía dos diosas –Minerva y Juno– que le hacían la vida imposible al pobre Júpiter. Alrededor del año 1767 –siglo IX de nuestra era– llegaron los vikingos a las costas romanas, en un principio hostiles, fueron ordenados gracias a las armas que se desarrollaban con la pólvora; no obstante, tanto la pericia para navegar como sus embarcaciones habían causado admiración en la urbe. Los escandinavos hablaban de tierras lejanas mas allá de las columnas de Hércules, desde hacía siglos cobraba aún más vigencia la teoría de Aristarco sobre la redondez de la Tierra.
Con esa información se decide emprender una expedición hacia el oeste de las columnas de Hércules, era el “viaje a las entrañas de Gea”. Por meses, nada se supo de los 324 intrépidos marineros que viajaron en siete naves acompañados de los vikingos. Fue entonces que 154 días después regresaron al puerto de Ostia, acompañados de hombres nativos procedentes de la “Nova Terra” que luego derivó en el nombre actual del continente: “Terranova”. Se le denominó así en honor a la primera civilización que hubo en Hesperia hace más de tres milenios. La política del tributo a las nuevas provincias hicieron que Terranova tuviese senadores oriundos de sus vastas tierras, el imperio se había vuelto global y el desarrollo de la tecnología era transversal en todo el orbe. La revolución Industrial hizo que el mundo lograra avances tecnológicos impresionantes.. En la tierra de los Aztecas la producción de los frutos permitió el surgimiento de una clase próspera encabezada por los señoríos, los araucanos descollaron en la invención de la luz eléctrica y los descendientes de Jasaw Chan Kawiil en Coactemalán expandieron la industria del cacao.
A mediados del Siglo XXII –XIV de nuestra era– los pueblos insubros lanzaron la voz de alarma ante la contaminación del medioambiente causada por la utilización del petróleo, fue entonces que surge un movimiento muy fuerte en Terranova para la utilización de energía limpia. La energía de fusión fue inventada en Londinum a instancias y financiación de un gobierno global ante litteram. La energía de fusión cambió dramáticamente la forma de concebir el mundo, gracias a ello, el aumento en la calidad de vida de los habitantes de nuestro planeta fue dramático. La vocación regicida que cultivamos hace milenios, ha hecho posible los avances logrados hasta hoy; el gobierno global basado en la “res publicum”, el orden de las leyes y mismos derechos para los ciudadanos mundiales son el marco fundamental para el estímulo del progreso. Todos somos seres globales, la ecúmene mundial nos ha permitido compartir valores conservando identidades. La ética prudencial, donde cada persona es dueña de su destino, ha estimulado la curiosidad intelectual, sin prejuicios ni supersticiones como pregonaban las religiones monoteístas; nuestras leyes están orientadas hacia mujeres y hombres independientes, guiados por su sentido común y responsables de sus actos; nunca por el temor al castigo de un dios o varias deidades. Pese a tener problemas cotidianos, podemos afirmar que nuestra civilización más allá de la tolerancia, comprende la comunión de personas hacia un destino común. Jamás hemos tenido una guerra por creencias religiosas y ahora, con el Neo-platonismo científico que ha prevalecido durante el último milenio existe mucha más sabiduría, sin contar los grandes aportes de la religión hindú y el regalo celestial que fue Lao Tsé para todos nosotros.
Los valores compartidos facilitan el entendimiento, es verdad que la naturaleza humana puede llegar a ser perversa, hubo mucha sangre y crueldad; sin embargo, el principio del perdón es la justicia, por lo que debe ser pronta y cumplida. Todos llevamos un gramo de grandeza insuflado por la inteligencia universal y este detalle hace la diferencia. Quién sabe lo que hubiese ocurrido si en aquella determinante batalla habría triunfado Constantino. ¿Hubiese prevalecido la visión de un solo dios con sus nefastas implicaciones? ¿Constantino hubiese logrado la supervivencia del imperio? ¿Se habrían contenido las invasiones barbáricas que atenazaban al imperio? ¿Habríamos caído en una época oscura? ¿Qué nos hubiese sucedido ante una religión que te prohíbe cuestionar y se basa en la escritura de un solo libro? La respuesta solo los dioses la tienen, pues es infructuoso esfuerzo suponer algo que nunca fue. En la agonía del mes de diciembre en el año 2771 ab urbe condita –2018– escribo esto la semana posterior a la celebración de las Saturnales. Acabamos de conmemorar otra fiesta más del Sol Invictus, que es ahora solo una tradición para estar con los nuestros. A mis 142 años, me pregunto si vale la pena vivir tanto… ¿Habrá alguien en una realidad paralela que nos pudiera explicar cómo sería el mundo de haber vencido Constantino?