El costo de la ignorancia en la estratósfera

Dicen que cuando Agarista estaba embarazada soñó que paría un león, ella sería la madre de Pericles, el hombre fuerte en la Atenas del siglo V. El león era símbolo de la tiranía, comprendiéndose que esta historia la difundieron los Filaídas, quienes eran el clan rival de los alcmeónidas –de los cuales Pericles era máximo exponente–.

Ambos bandos nunca creyeron que sus disputas acabarían con la liga de Delos y a la postre, les haría víctimas de espartanos y persas. La lucha de Cimone y Pericles sería la génesis de fracasos enormes como la guerra en Egipto, la muerte del mismo Pericles a causa de la peste tras un prolongado asedio por parte de los espartanos o el fracaso de Alcibíades en Siracusa. La Atenas dorada que tanto nos dejó, fue casi un sueño, un suspiro.

Cuando el grupo de senadores romanos opuestos a Tiberio Graco le dio muerte a golpes, jamás imaginó que este era el inicio de una larga guerra civil que desembocaría en el fin de la república. Los optimates en su inflexibilidad respecto a los préstamos leoninos y situación agraria de la población acabaron con la gallina de los huevos de oro. De dominar la república a través del Senado, pasaron a ser cuasi súbditos de emperadores que hicieron de las legiones primero y luego la guardia pretoriana, los árbitros supremos del imperio más formidable que ha conocido occidente.

Las élites son responsables del destino de sociedades, pueblos y naciones; aquellas ilustradas pueden ser visionarias para entender lo que atinadamente el Concilio Vaticano II llamó “signos de los tiempos” y prever su propia sobrevivencia a través de la graduación en los cambios.

El coste de élites ignorantes es su propia extinción, ello a causa de una grave miopía y ausencia de cálculo en las externalidades que pueden significarles la presión de cambio en la base de la pirámide.

El partido recién creado “Movimiento para la Liberación de los Pueblos” puede ser el percutor para una verdadera iniciativa política indígena que unifique a los pueblos de este país, los cuales, hace rato buscan a través de voces aisladas una reivindicación que como sociedad debemos con intereses de usura.

No me refiero al actual proceso electoral, hablo de cuatro a ocho años en los que podrían desarrollar una estructura respetable para contender en los comicios.

Esto es algo que debería ponérsele suma atención, pues la radicalización en un movimiento de esta índole y su respectiva adhesión popular, dependerán de lo que haga el próximo gobierno. Ahora el panorama es nada halagador: estadísticas vergonzosas sobre desarrollo humano, atrincheramiento del establishment utilizando el guión de la Guerra Fría para justificar esta calamitosa situación, candidatos truhanes, narcos a punto de ser extraditados fugándose, aislamiento internacional y un nocivo enfrentamiento contra la potencia que compra más del 60 por ciento de nuestras exportaciones y tiene absoluta hegemonía regional. Lo anterior, en un mundo interconectado que ya no es bipolar.

Las élites lejos de considerar esta lectura, buscan el retorno a una situación previa que es inviable como modelo, algo así como la restauración que buscó Europa tras la caída de Napoleón. El objetivo es mantener privilegios e impunidad de unos pocos, sin darse cuenta que por curarse un dolor de cabeza, están apostando a arrancársela.

Quizá sea hora de detener la promoción de gurús en mercadeo y traer historiadores, antropólogos y sociólogos para lograr una “instrucción express” que les permita adquirir la facultad de “visionar” a Guatemala.

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