Me encontré al legendario Pito Pérez, primero pensé que era alguien parecido y no el maestro de la vida que logró la eternidad. Me relató que de México se mudó a Guatemala desde 1960 y hasta la fecha, conoce nuestra realidad y chismes faranduleros como nadie.
En un torbellino de anécdotas recordó cuando Milton Friedman vino a Guatemala en los 70 para impartir conferencias sobre la libertad económica. Estando en su habitación de hotel, sucumbió ante los encantos de una camarera jalapaneca y tras un intenso romance de 3 días abandonó el país. Tiempo después nacería un avispado chiquitín que en el barrio Santa Cecilia sería conocido como Miltoncito. El patojo que heredó la curiosidad y dotes intelectuales del padre, nunca supo quién era su famoso progenitor. “Tu papá se fue a los Estados Unidos y nunca supimos más de él”justificaba su madre. Ya adolescente, estudiaba con los salesianos y en bachillerato fue expulsado del colegio cuando inquirió en la clase de religión el por qué debía existir un solo dios. Miltoncito proponía que el politeísmo era bueno porque permitía la competencia entre deidades para ganarse a la feligresía, pues el rey del mercado religioso debía ser el consumidor-devoto“total, en los tiempos del politeísmo nunca hubo guerra de religiones”pensaba. La ingeniosa propuesta no cayó en gracia para los desconcertados catecistas que impartían la idea de un monopolio para la salvación. Por ese atrevimiento, el “hermano Ramón”le puso el mote de “Miltonterías”antes de echarlo. Pese a ello, no se amilanó y ahora es chef en un renombrado hotel capitalino. “¡Que el cliente escoja del menú!”reflexiona con orgullo. Bien dicen: “lo que se hereda no se hurta”.
En algo más reciente, Pérez me contó que el TSE organizó un conciliábulo para resolver el caos electoral en que nos encontramos. 15 expertos de todo el mundo concluyeron que debemos atenernos a la historia. El consultor norteamericano Winston Wolf -especialista en resolver problemas imposibles- refirió que Clístenes creó un novedoso sistema para la elección de magistraturas en Atenas que consistía en sortearlas entre los ciudadanos, lo que se convirtió en el modelo más democrático que hubo en el orbe. Era claro que siempre existió el peligro que le tocara al más idiota, pues como dice el refrán “suerte te dé Dios hijo y el saber que poco te importe”.
Sugirieron algo similar para Guate, lo que causó revuelo dentro de los magistrados, pero la idea tenía su lógica, pues es un hecho irrefutable que los badulaques aquí son electos por la ciudadanía misma y henos en los trapos de cucaracha en que estamos. En este caso particular introdujeron un componente de talento, proponiendo un torneo de capirucho y PlayStation en todo el país para seleccionar a 100 finalistas y definirlo en una mesa gigante con capacidad para el mismo número de personas. La cuestión sería hacerlos correr alrededor para que luego de un pitido, cada quien se siente en una silla; en cada vuelta se sustraería una unidad y por descarte llegaríamos al único ganador de las 99 rondas. Esto nos dejaría a un tipo chispudo, con habilidades prestidigitadoras y tecnológico. Quizá con ello nos iría mejor y finalmente podríamos hacer el canal seco en línea recta o como lo propuso un gobierno militar en los 60: dinamitar el Volcán de Fuego para evitar desastres futuros.
Tras un trago de aguardiente de Puruarán, Pito Pérez se despidió y no quiso contarme la anécdota más importante, que fue cuando logró la inmortalidad. “¡Aquí está tu son Highlander!”reflexioné.