De intervenciones extranjeras

“El imperio es tiranía” hizo decir Tucídides a Pericles cuando defeccionaban de la alianza algunas ciudades-estado griegas, contrario a lo que se cree, solo una treintena conformaron la liga para combatir a los persas; el resto, que sumaban más de cien, simpatizaban o eran neutrales con los descendientes de Ciro el Grande.

Los romanos fueron llamados por la ciudad griega de Siracusa para defenderlos de los cartagineses, llamar a una potencia para que te resuelva los problemas indefectiblemente te convierte en su satélite, tarde o temprano, los siracusanos y posteriormente toda la Isla, fueron anexados a Roma.

Julio César se convirtió en árbitro de las disputas entre Ptolomeo XIII y su hermana Cleopatra, finalmente Egipto se volvió el granero de Roma y la guinda del pastel se la lleva el formidable general romano que se quedó incluso con la narizona pero sensual monarca.

Tras la caída del Imperio Romano, el papa Esteban pidió apoyo a Pipino el Breve, maior domus de los francos y posteriormente su rey por “obra y gracia de Dios” ante la agresión que sufría por parte de los longobardos. Una generación más tarde, Carlomagno se coronaba el 25 de diciembre como Augusto emperador e Italia era sujeta a la égida imperial germánica.

Otro papa, más adelante en el siglo XVI, contrataba a mercenarios suizos para protegerle de agresiones extranjeras, fue Miguel Ángel quien diseñó su original atuendo y hasta el sol de hoy, es la guardia suiza la encargada de custodiar al obispo romano.

En la guerra de independencia, los Estados Unidos pidieron el apoyo de Francia para combatir a la corona británica, muchos culpan a ese financiamiento como la causa de la Revolución Francesa, pues esa victoria de Pirro quebró las arcas del Estado y el empobrecimiento de la población precipitó los acontecimientos de todos conocidos.

Cuando la restauración buscó recuperar las colonias en América, fueron los Estados Unidos quienes lucharon contra esa agresión colonialista, “América es para los americanos” dijo Monroe. Así mismo, esa posición le hizo ganar la isla de Cuba. El asunto del Maine –que luego se comprobaría fue un ardid– justificó la intervención en la guerra de independencia de la Isla, luego llegó Fidel y se cortó ese cordón umbilical.

La Segunda Guerra Mundial fue decisiva gracias a la participación de Estados Unidos, de lo contrario la famosa ucronía de Philip K. Dick sería un evento muy familiar para el mundo actual. Berlín fue dividido entre los dos colosos y el único país que amplió su territorio tras la guerra fue la Unión Soviética.

De la misma forma, los rusos apoyan a Ho Chi Minh para librarse del yugo francés y Vietnam se transforma en cabeza de playa en el sudeste asiático.

En la burbuja de Miwate los gringos eran nobles libertadores en el 54 y ahora que atacan intereses del establishment, resulta que violan nuestra soberanía y de repente el nacionalismo chapín surge como el último bastión para defender un statu quo que en los números nos muestra estadísticas de vergüenza.

Las intervenciones de potencias sobre estados más pequeños es la constante de la historia humana; no obstante, gracias a un sistema internacional regulado por la ONU, las agresiones han sido reducidas al mínimo en comparación a siglos anteriores. Pero como aquí el plomo flota y el corcho se hunde, en ínfulas de superpotencia desconocemos y atacamos un sistema que es la única garantía que tenemos como estado pequeño e insignificante para nuestra supervivencia, no es perfecto, pero nos conviene. Así va la cosa aquí, nos comemos nuestra propia estaca.

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