Deconstruyendo la elección

El Tribunal Supremo Electoral inició su erosión al aceptar algunos candidatos a diputados que eran tránsfugas y vedando a otros. El criterio utilizado es de las cosas inexplicables que lo situó como un ente permeable a la política.

Posteriormente, la Corte de Constitucionalidad evadió durante largo tiempo la resolución respecto a los candidatos Thelma Aldana, Zury Ríos y Edwin Escobar; al punto, que las denegatorias llegaron el 1 de abril, el 15 de mayo y el 4 de junio respectivamente.

La aplicación de la nueva reforma electoral fue del ridículo a lo sublime, pues tras una saturación nauseabunda de propaganda, se pasó a menos de 20 vallas por partido, siendo la pauta inexistente en los medios masivos de comunicación.

La inteligencia militar vinculada al gobierno desarrolló la estrategia de impulsar candidaturas de partidos políticos con personajes más que cuestionables. El objetivo era llegar al menos a un tercer lugar, ese golpe surtiría efecto gracias a los ex militares que se movilizarían a favor del oficialismo y la distribución de cupones por 130 millones de quetzales a razón de 200 cada uno; el “cupón de la subvención para la adquisición de alimentos por el hambre estacional 2019”fue uno de los rimbombantes nombres de dichos instrumentos en esta rastrera medida clientelar que permitiría al partido oficial aumentar unos 10 puntos durante la última semana de la campaña.

Al llegar a ese hipotético tercer lugar, los partidos satélites harían un frente común para cuestionar las elecciones y presionar para la anulación del proceso. El supuesto caos que se formaría con los ciudadanos inconformes gritando fraude y quemando urnas “obligaría”al mandatario a suspender los comicios y organizar otros dentro de unos meses. Esto les permitiría cooptar absolutamente al TSE, acumular la suficiente masa electoral y colarse a un segundo lugar para ganar en el ballotage.

Obviamente lo que ocurrió distó mucho de la realidad, la distribución de los cupones fue en centros urbanos donde la gente tiene una mayor consciencia de lo que acontece en el país y decidió recibirlos sin votar por el partido de gobierno. Se estima que el candidato logró unos 2 o 3 puntos más en el magro resultado que les colocó como el peor desempeño de una institución política oficial desde el inicio de nuestra última democracia. Un castigo acorde a la actuación de este desastroso gobierno.

Lo que vimos después fue una caricatura de dicha estrategia, un video de una señora denunciando que le habían dado una papeleta previamente marcada, la suspensión de la elección en 2 municipios, una manifestación de 25 pelones y 10 cabras acarreadas frente al TSE, los netcenters de siempre repitiendo fraude y cuatro candidatos de partidos con menos del 4% haciendo bulla. Al final todo sirvió para material de memes.

El TSE obviamente no pasa por sus mejores épocas, es claro que ha sido el proceso más improvisado en la historia electoral; la digitalización y transmisión de datos dejaron mucho que desear y un error casi infantil del sistema informático alteró algunos resultados; provocándose una mini crisis que paulatinamente se disipa.

El argumento del fraude no tiene sustento, pues la elección está respaldada por más de 160,000 ciudadanos y fiscales de los distintos partidos. Por tal razón el movimiento que lo impulsa es tan raquítico.

Como alguien dijo en los 70: “se creían los Comandos de Garrison y en realidad son Agallón Mafafas y Juan Garrison”. Ojalá la desesperación no sea ahora su consejera…

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