La estrategia de los formadores de opinión en estos dorados tiempos es la inundación de información para generar tal confusión sobre un hecho, hasta el punto que el ciudadano se quede navegando en la incertidumbre. ¿Los chinos inventaron el virus en un laboratorio? ¿Los científicos dicen que el virus mutó naturalmente pero pueden estar al servicio de los enemigos de Trump? ¿Los chinos conspiraron con Europa? ¿Es una treta de Gates para vender la vacuna?
Aquí dicen que en la coyuntura buscan privatizar el IGSS, que tratan de hacer caer al presidente porque no se alinea con ciertos intereses, que las mafias buscan “traerse”al jefe de la policía, hay videos de saqueos en Honduras que resultan ser del tiempo de Zelaya; en fin, hay de todos tamaños y sabores.
Las teorías de conspiración funcionan en mayor medida con poblaciones poco instruidas e informadas -sin importar clase social-. En regímenes totalitarios están a la orden del día, sino remitámonos a los innumerables rumores sobre la caída de Maduro o la salud del dictadorzuelo norcoreano.
Los gobiernos siempre buscan que los ciudadanos tengan la menor cantidad de información porque ello significa auditoría social, algo que limita enormemente los actos de corrupción. Aquí se ha tratado desde ahogar comercialmente a la prensa independiente, hasta suprimir las clases de historia para evitar cualquier acto de reflexión.
Cuando existe poca instrucción, el pensamiento mágico prevalece sobre el análisis crítico. Un buen sistema educativo público permite la proliferación de ciudadanos que puedan cuestionar y por ende fiscalizar a sus gobernantes.
Un amigo me inquirió disgustado sobre mi artículo anterior cuando afirmé que los evangelios fueron escritos, reescritos y estilizados en griego y después en latín. Eso activó su dispositivo “magicriollo”porque el conservadurismo chapín es una mochila llena de distintos artilugios envueltos en las aporías más absurdas, entre los que destaca la religiosidad “su mesura”para mantener un statu quo indefendible.
Pues bien, efectivamente así es, la biblia más antigua que se conoce “la septuaginta”fue encomendada durante el siglo III a. C. por Tolomeo II de Alejandría a 72 rabinos para que escribieran el Tanaj. Tanto el arameo como hebreo antiguos carecían de vocales y signos de puntuación, por lo que sus interpretaciones difieren en temas importantes con respecto al texto masorético (redactado entre el siglo VI y X d. C.) que es la base para judíos y cristianos actualmente.
Un ejemplo en ello es la polémica sobre el libro de Daniel, que puede ser un producto del nacionalismo judío redactado “ex eventu”ante las pretensiones del Antíoco IV durante el siglo II antes de Cristo; de hecho, un pasaje de la historia de Susana y los ancianos tiene una expresión con un juego etimológico eminentemente griego, nunca hebreo; por lo que se induce indefectiblemente que fue escrito en una época posterior a su supuesta datación y bajo influencia helenística.
Según los neopentecostales el cuerno pequeño en la visión de Daniel ‑7:8- se trata del corrupto papado, para los católicos es el anticristo, para los cristianos primitivos era el imperio romano y Porfirio nos explica con sensatez griega que se trataba de Antíoco IV Epífanes; pues tras saquear Jerusalén suprimió el culto a Yahvé e hizo colocar una estatua de Zeus Olímpico en el templo judío.
Hay de todo y para todos, siendo un asunto donde prevalecen visiones y momentos mágicos, se comprende por qué aún 2,000 años después, en eso estemos…
Excelente análisis
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