Recientemente pasó desapercibido uno de los sucesos más significativos de estos tiempos -en los que más de un paradigma se ha roto- me refiero a la aplicación del Instituto Ayn Rand a fondos del gobierno para no despedir a sus empleados en el programa de Paycheck Protection -PPP-.
Las principales citas de la filósofa rusa quedaron oportunamente soslayadas. “Ellos sabían que la ayuda gubernamental a los negocios es tan desastrosa como la misma persecución del gobierno y la única forma en que este puede servir a la prosperidad nacional es manteniendo sus manos afuera”dijo una vez refiriéndose a los empresarios del siglo XVII y el mercantilismo de Colbert en Francia.
La memorable justificación del instituto será para la posteridad: “si el IAR toma dinero de socorro será para nosotros una restitución parcial por las pérdidas infligidas por el gobierno”. Un discurso reivindicativo que bien podría ser de cualquier izquierda latinoamericana. Siguiendo esa premisa, los afroamericanos allá podrían pedir una restitución parcial por daños infligidos del Estado durante generaciones, debido a la oprobiosa institución de la esclavitud y su aguardiente destilado en las restricciones a los derechos civiles hasta 1964.
La coherencia es el activo más importante para movimientos y líderes, sin ella, los discursos caen en un vacío moral que carcome tus postulados hasta jubilarte en la irrelevancia social; solo aquellos que la conservan, trascienden.
En el debate de los paradigmas, obviamente se debe estar abierto al cambio, esto no significa mutar tus principios; al contrario, cuando en el mundo empírico la realidad nos demuestra distintos resultados a los obtenidos en el laboratorio -donde las circunstancias son limitadas y estáticas- sensato y honesto es reconocerlo para incorporar la nueva información en nuestras propuestas.
El fenómeno del COVID-19 ha demostrado que la presencia del Estado es fundamental para la sobrevivencia de la sociedad, los países con sistemas robustos de salud pública son los que están resolviendo el problema. No existe seguro privado que soporte una crisis de esta magnitud y las naciones que desdeñaron las estructuras sanitarias estatales ahora sufren las mayores consecuencias humanitarias y económicas.
Lo mismo podríamos afirmar en el sistema educativo, pues donde hay una sólida educación pública que cuestiona, investiga y reflexiona; es menos probable que proliferen populismos de derecha o izquierda. La idea es homologar las condiciones para que exista una verdadera competencia en el mercado, de no ser así, hay trampa desde el inicio del juego; por ello, el hijo del CEO de UBS estudió en la misma escuela que el de un carpintero en Winterthur, Suiza.
Con lo anterior no busco sustituir a la libre empresa y menos al sistema de precios -como factores fundamentales para el modelo económico más eficiente-, sería de estúpidos suprimir la libertad de emprendimiento; sin embargo, el Estado es el dispositivo que asegura el surgimiento de la prosperidad y competitividad de los ciudadanos -en un ambiente de igualdad de todos ante la ley-.
El debate no está en estas latitudes, aquí la derecha tradicional siempre quiere vivir del Estado y la izquierda también; por eso, al final, ambas se convienen para mantener el statu quo; ni siquiera tenemos ley de competitividad y solo en el Ministerio de Salud hay más de 15 sindicatos.
La cuestión ideológica y el nacionalismo en Miwate solo sirven como respirador de cuidados intensivos para los agonizantes fantasmas que impiden el cambio.