Los nuevos súpervillanos de James Bond

La fórmula infalible que Fleming inventó y el dúo Broccoli-Saltzman desarrolló para el rotundo éxito de la franquicia de James Bond, fue la presencia de villanos excéntricos que buscaban dominar al mundo a través de sus fortunas e ingenio tecnológico.

En las 26 películas del espía más famoso del cine -incluyendo la bastarda “Nunca digas nunca jamás”– el conflicto este-oeste siempre es periférico, nunca central, pues todo gira alrededor del extravagante “antihéroe” de turno.

El pensamiento mágico siempre subyace, aún en las sociedades más sofisticadas; una de sus vertientes es la conspiración de uno o varios que intentan prevalecer con poder o ingenio. Esto es de larga data y se trata de un arquetipo localizado en el más intrincado rincón de nuestra psique. Dicha precondición es aprovechada por aquellos que buscan subyugar sus sociedades a ciertos intereses. Tanto los “sacer” del primitivo culto religioso como los fabricantes de fantasmas para racionalizar la opresión de unos sobre otros.

Desde la conjura de Catilina, cuando los conspiradores hicieron un pacto para acabar con Roma comiendo carne de una persona asesinada -un bulo divulgado por Cicerón ante la inminencia de un golpe de Estado en su contra y validado por Salustio- hasta actos de verdadera histeria colectiva como ocurrió con las brujas de Salem.

A finales del siglo XIX se publicó el libelo “Los protocolos de los sabios de Sión” -plagio de “Diálogos en el Infierno entre Maquiavelo y Montequieu” de Maurice Joly- como prueba definitiva del plan maestro de los hebreos para apropiarse del planeta. Un auténtico libreto conspirativo “ante litteram” de los filmes de Bond.

Dicho escrito fue uno de varios instrumentos fascistas para exacerbar el pensamiento mágico del pueblo alemán y es de sobra conocida la tragedia consecuente.

En tiempos de esta pandemia, Bill Gates es el nuevo prototipo del villano que disemina un virus para lograr sus oscuros fines y en otras versiones controla a la OMS para lograr el monopolio de la futura vacuna.

Lo mismo ocurre con George Soros, cuya fortuna es producto de su colaboración con los nazis -cuando en 1945 tenía apenas 15 años-, hoy es el agente número 1 del comunismo en el orbe e incluso se le acusa de ser el promotor del conflicto racial en Estados Unidos.

Cuando recién se publicó quienes formaron parte de la fundación Soros local, hubo mucho sonrojo en miwate, pues figuran personas que están en las antípodas de la revolución proletaria.

Quizá me equivoque y sea verdad que el virus es obra de Gates, Soros sea el diabólico autor del movimiento “Black lives matter” y junto al Menorah de su mansión haya un póster del Ché.

En tal caso, deberíamos obviar que ambos son la encarnación del capitalista occidental y particularmente con el “tycoon” húngaro, se le considere como uno de los arquitectos en la caída del campo socialista, financista de Lech Walesa, su fundación se llame “Open Society” en honor a Karl Popper y Slavor Zizek -vaca sagrada del marxismo moderno- lo acuse de pasar la mitad del día especulando financieramente y el resto limpiando su conciencia.

Cuando el establishment busca defenderse en esta vereda tropical, todo es posible; por ello, los titiriteros y sus tontos útiles divulgan ahora una de las más delirantes maquinaciones del pensamiento mágico: la conspiración “biólogicomunista” de estos dos supervillanos.

Personalmente prefiero al satánico Dr. No, Auric Goldfinger, Hugo Drax o el gran Zorin en “A view to a kill”.

Mientras conquistan el mundo tomaré un vodka Martini, eso sí: “agitado, no revuelto”.

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