Dos filósofos contra la democracia

Cuando Dion le declaró la guerra al tirano Dionisio II de Siracusa, preparó una procesión sacra hacia el templo de Apolo. Tras terminar las libaciones respectivas, se verificó un eclipse de Luna; este personaje siciliano que era amigo íntimo de Platón, conocía la periodicidad de estos fenómenos y estaba al tanto que la Tierra se interponía entre el Sol y la Luna. 

Las tropas mercenarias entraron en pánico porque lo tomaron como un mal presagio; la expedición hacia Sicilia estaba lista y partirían desde la isla de Zacinto, que era una especie de “Casablanca” en la antigüedad donde convergían asesinos a sueldo, buscavidas y toda suerte de mesnaderos.

El adivino Milta -miembro de la Academia y del círculo próximo al filósofo- debió inventar que era un buen augurio; si la tiranía de Dionisio era esplendente como el mismo Sol, entonces, el eclipse significaba el fin repentino de dicho régimen y apenas se efectuara el desembarco, surgiría otro aún más refulgente.

Platón, por su avanzada edad -tenía 67 años- no quiso acompañar al entrañable amigo en la aventura, había vivido en Sicilia por invitación del tirano cuando estaba en buenos términos con Dion; después, cuando este cayó en desgracia -sufrió el exilio y fueron confiscados sus bienes- Platón renunció a la relación.

El filósofo estuvo muy vinculado al gobierno de los 30 tiranos en Atenas, no como uno de ellos, pero activamente cercano a causa de su tío Critias, el cabecilla de esos terribles magistrados y furibundo enemigo del partido democrático -cuyo máximo exponente era Alcibíades-.

Uno de sus últimos diálogos -seguido al Timeo– le llamó precisamente Critias, los estudiosos infieren que sería parte de una supuesta trilogía que culminaría con Hermócrates.

Platón nunca perdonó a los democráticos por la ejecución de su maestro Sócrates, quien fue denominado “corruptor de la juventud” no por sus posiciones filosóficas, sino por haber formado a Alcibíades -su amante-, el mismo Critias y varios funestos protagonistas del declive ateniense durante la guerra del Peloponeso. La acusación no era del todo infundada.

Platón buscaba experimentar la famosa “utopía” de gobierno en alguna polis, creía sinceramente que era posible -la Atlántida descrita en el diálogo de Critias era el modelo ideal que decayó por corrupción-. Conocer al tirano siciliano fue la oportunidad dorada para ponerla en práctica; empero, la idea fracasó estrepitosamente.

La expedición finalmente tuvo éxito; sin embargo, Dion saboreó poco tiempo el fruto de su empresa. La prepotencia y una conspiración urdida por el navarco Heráclides terminaron con la vida de este peculiar estratega sículo.

Siempre somos los mismos del eterno retorno, seres transitando un destino, incluso los grandes tienen falencias y miserias. En estas pocas líneas quise humanizar a Sócrates y Platón para transmitir que los absolutos reflejados en idealizaciones solo nos limitan el horizonte -ello no empaña la intensidad de sus luces-. Vale tanto para política, religión y por ende: la cultura.  

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