Al escribir estas líneas, los noticieros transmiten las manifestaciones ante las medidas tomadas por Austria contra los no vacunados; eso me hizo reflexionar lo fútil, contradictorio y delirante que es el pensamiento humano.
Debí viajar por emergencia a la Florida -donde me encuentro- para dar el último adiós a mi compadre del alma Carlos Vila, un tesoro heredado de mi padre que con el tiempo se convirtió en otro hermano. A ambas familias les unió un vínculo construido durante tres décadas.
Los médicos determinaron como causa de su fallecimiento el oportunismo del COVID, el cual, deprimió su sistema inmunológico de tal manera, que un cáncer dormido hasta ese momento disparó metástasis en todo su organismo. Las teorías de conspiración sobre las vacunas insultan la memoria de las víctimas en esta pandemia.
Tras perder para siempre a alguien que quieres tanto, surgen las preguntas metafísicas de rigor, te replanteas las razones que hacen valer este devenir tan corto en la caravana del tiempo.
La ciencia tiene algunas respuestas que antes la religión te disfrazaba tautológicamente y cuyos activos son solo trasmundanos; no obstante, quienes buscan atisbos de verdad en la especulación filosófica, no cuentan con el puerto seguro que una creencia garantiza… Las inducciones lógicas son tan crueles como la muerte.
Durante siglos, Occidente se ha debatido en la consecución de dos términos que Clemente Alejandrino tomó de los estoicos: aphateia y anamartesia, es decir, la perfección a través de estar libre de pasiones y, por ende, del pecado; una loza muy pesada para cualquiera.
Atenágoras decía que la ley natural conlleva una razón innata en cada uno, esto desarrolla cierta moral común para todos.
Hilario de Poitiers explica que la razón misma no es suficiente y la contemplación de la creación no permite por sí sola llegar al creador; así justifica la encarnación del logos -fundamental para los inicios del andamiaje cristológico-. Ese logos es la supuesta palabra que resuelve las dudas que han sumido en profundas cavilaciones a la humanidad.
El arrianismo y catolicismo protagonizaron la primera gran división del monoteísmo cristiano, la cuestión de la consustancialidad de Cristo es la discusión bizantina por excelencia y sus ecos resonaron en el protestantismo del siglo XVI. Leer el galimatías entre Epifanio y Ezio ilustra lo fútiles que fuimos, somos y seremos.
Cuando la vida zahiere, te das cuenta que todo es más simple, que el apofatismo platónico es tal vez una aproximación hacia ciertas respuestas -lo que los dioses no son- y la metriopatía -mesurada sujeción a las exigencias de la vida afectiva y volitiva- es mucho más razonable de cumplir.
Vuelvo a citar lo que Quinto Aurelio Símaco decía a propósito de su polémica con San Ambrosio: “vemos las mismas estrellas, común es el mismo cielo, un mismo universo nos rodea: ¿Qué importa con cual doctrina cada uno busca la verdad? No se puede llegar hasta un secreto tan sublime por medio de un solo camino”.
Descansa en paz compadre querido.
Me encantan tus columnas, esta es brillante. Un trayecto entre el réquiem con su inseparable pena, y el ensayo filosófico en busca de respuestas. Te felicito por el texto, te abrazo ante tu pérdida.
“ …te replanteas las razones que hacen valer este devenir tan corto en la caravana del tiempo.” bello.
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Viniendo de ti! Doblemente honrado querida Nicte!
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