¿Qué tienen en común el extremista de derecha en Fox, Tucker Carlson, el italiano de extrema izquierda Michele Santoro, Donald Trump, Nicolás Maduro y parte de la élite guatemalteca?
Una fascinación cuasi fetichista por Vladimir Putin; es irónico ver las opiniones de supuestas posiciones tan extremas convergiendo en su simpatía por un ex KGB que agrede sin justificación a una nación soberana.
Hace algún tiempo, comparaba esta situación con la acción que cometió Hitler en los Sudetes durante 1938; hemos visto salir numerosos lores Chamberlains en todo el mundo buscando apaciguar al oso sediento en pos de lo que se llamó entre la primera y segunda guerra mundiales: “Una Paz Precaria”.
Con un amigo veíamos el domingo pasado un Talk Show alemán donde invitaron al intelectual Harald Welzer que encabezó las firmas de una carta abierta conminando a las partes volver a la mesa de negociaciones y pidiendo que cesara el abastecimiento de armas a Ucrania; el embajador ucraniano le hizo ver que era muy fácil hablar sobre la guerra desde un aula universitaria cuando no es tu país el que están destrozando.
Santoro justificaba la invasión preguntándose el porqué la comunidad internacional no había reaccionado de la misma forma con la invasión a Iraq; un argumento risible que nos recuerda la famosa frase de los abogados: “el error no es fuente de derecho”. Un acto injusto no es razón para cometer otro.
Todos aquellos que son seducidos por las dictaduras, en último término tienen responsabilidad por la existencia de Frankensteins que irremediablemente se vuelven contra sus creadores; así ocurre con los gobiernos totalitarios, sean de izquierda o derecha.
El orbe no ha visto un avance en las libertades y calidad de vida como el de los últimos 50 años en occidente, es obvio que falta mucho para alcanzar los ideales que todos tenemos; sin embargo, el sistema de libre empresa basado en el respeto a los derechos humanos es lo mejor que el planeta ha vivido a lo largo de su historia. Por tal razón, es imperativo detener cualquier agresión que ponga en peligro tal progreso; la Unión Europea creyó poder convivir con un dictador y volteó hacia otro lado cuando Putin ocupó Crimea. Con tal de asegurarse el suministro de gas a buen precio -principalmente los alemanes- se desentendieron del incidente, ahora, el continente se encuentra en una difícil posición tras la invasión a Ucrania. Fue como hacer negocios con un narco.
El apoyo a la nación invadida es el único camino para frenar las ambiciones imperiales de un nostálgico por un sistema que fracasó estrepitosamente y tanto daño causó; empero, siempre los extremos que por naturaleza son intolerantes, se tocan, especialmente, cuando alguien que encarna los sueños de opio en tener el poder absoluto surge en el escenario internacional; esto se manifiesta en gente ignorante que por el hecho de serlo, se caracteriza por el pensamiento mágico donde la autoridad férrea y absoluta es uno de sus aspiracionales.
Recordemos que no por ser instruido se es culto.