Lobby

Uno de los grandes debates existentes en el ámbito económico sobre los mercados competitivos, es la regulación para aquellos que obtengan una mejor posición en un juego limpio y no caigan -como es natural del ser humano- en la utilización de la ventaja alcanzada para poner obstáculos a los competidores; este es uno de los mayores retos para la economía capitalista si se desea que el sistema se mantenga saludable y la asignación de recursos se deba a la virtud de un buen servicio o bien, el mejor producto.

En modelos “crony” o de compadrazgos, donde un grupo tiene acceso a prebendas sobre toda la sociedad a través de financiamientos a políticos, colusiones y arreglos de cárteles; observamos que la característica principal es la prevalencia de barreras, micro regulaciones y leyes que se constituyen en escollos para la competencia en determinado sector.

Por ello, un postulado importante es la ausencia de grupos de presión en las mesas decisorias del Estado, para evitar el manejo de información privilegiada que pueda falsear un mercado determinado, la búsqueda de privilegios para los intereses representados o beneficios personales por el acceso exclusivo a canales estatales.

No es casualidad la inexistencia de una ley anti monopolios en Guatemala.

Hasta un badulaque que ahora tiene en su mente un chimichurri de putinismo-cachureco/protestante-trumpista denunciaba hace algunos años la situación que ha imperado aquí.

Ayer se publicó que una parte del sector privado tradicional pagó lobby para inducir la política estadounidense hacia su visión de las cosas en el país; es obvio que la tan cacareada soberanía, es nada más un recurso retórico de muy poca monta cuando se ven amenazados intereses del esquema “crony”. La publicación de las compañías que se dedican a tal tarea en Estados Unidos y sus clientes es un filtro importante para la transparencia en la auditoría social de ese país; este detalle nos permitió conocer como se cuecen las habas en Washington con relación a Chapinlandia.

En países tercermundistas la hipocresía y opacidad son factores típicos; después de zaherir al embajador estadounidense por asistir a una audiencia legal, nos topamos que se paga para que el gobierno norteamericano piense bien de mi grupo y no el de quienes percibo como competidores; eso es lo que nos hace ver poco serios y hasta de chiste frente naciones que tienen mayor desarrollo.

Prefiero la actitud de Iván Duque, presidente de Colombia, quien decidió ir personalmente al programa de la BBC “Hard Talk” famoso desde hace décadas por la dureza de sus conductores con los invitados. El mandatario colombiano recibió la metralla de Stephen Sackur y buscó defender los puntos propios con fundamentos.

En Guatemala, el chisme y difamación son el pan nuestro de cada día; vejar por atrás a aquellos mejores que vos -porque no podés vencerlos de frente con argumentos- es el deporte nacional; por eso, se recurre a estratagemas como la mencionada. Mobutu también lo hacía así, pues debía limpiar una imagen más que precaria frente al mundo.

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