Muchos anglosajones que pertenecen al ala “conservative” en sus respectivas naciones, creen que cuando algún chapín se autodenomina el equivalente en español, se trata de lo mismo; ello ha generado malentendidos y metidas de pata políticas en organizaciones y gobiernos norteamericanos que han apoyado gente diametralmente opuesta al ideario que enarbolan; por tanto, aquí dejo algunas diferencias:
El conservative busca menos intervención del estado en los negocios privados; el conservador miwateco busca la prevalencia de un sistema político basado en coimas de particulares en negocios con el gobierno.
El conservative tiene a la libre competencia como un baluarte en la sociedad, es decir, los que mejor sirven a los consumidores ganan el mercado; la élite conservadora ha buscado denodadamente evitar la aprobación de una ley anti-trust que transparente el mercado local de bienes y servicios; llegando al extremo de negarse a firmar tratados de libre comercio por temor a perder su posición de privilegio.
El conservative es enemigo de los impuestos de exportación e importación. Parte de la dirigencia conservadora chapina se sirve de micro regulaciones y un impuesto de exportación por ley a nuestro producto insignia -café- para que una de sus cámaras sea financiada por el Estado.
El conservative tiene a la libertad como estandarte para su vida privada, el conservador miwateco quiere imponer agendas religiosas en el Estado según su visión neopentecostal u opusdeísta.
El conservative considera a las instituciones democráticas fundamentales para la prosperidad de su país; por ende, no puede apoyar dictaduras, sean de derecha o izquierda. El conservador regional ama personajes como Putín o Bukele cuando le conviene; los cálculos son cortoplacistas y las posiciones burdamente cambiantes.
El conservative apoya la libertad de prensa sin restricciones y casos como Watergate o el rol de la BBC -el noticiero más reputado actualmente- son emblemáticos. Tanto Nixon como Johnson perdieron el apoyo de sus correligionarios y debieron renunciar ante actos incorrectos. El conservador dirigente aquí practica la máxima: “es un bagre, pero es nuestro bagre”.
El conservative es férreo opositor al Crony Capitalism y denosta a los países que expulsan a sus ciudadanos por falta de oportunidades. El conservador tortrixero basó su fortuna en este modelo, presume como logro de nación el aumento del consumo a causa de las remesas y todavía cree que hace un favor porque genera empleo.
El conservative cree en la globalización, el comercio internacional y los foros de competitividad. El conservador cuando es reprochado por la comunidad internacional recurre a un lastimero nacionalismo porque no tiene argumentos para justificar el báratro donde nos encontramos.
Los conservatives tanto ingleses como estadounidenses enfrentan grandes retos porque gente como Trump llegó a “conservadorizar” un corriente que con sus postulados ha logrado innegables resultados. En cambio, Miwate, es quizá en ese apartado lo que gente como Wash han llamado “luz de naciones”.