La efeméride que toca a esta columna hoy no es poca cosa, lo que otrora se llamaba día de la raza, con el tiempo mutó a una conmemoración mucho más consciente del descubrimiento oficial de América en 1492.
Después de 69 días, Cristóforo Colombo –hijo de Doménico Colombo y Susanna Fontanarossa– navegante genovés producto de esa dinámica que se dio con las cuatro repúblicas marineras italianas –Génova, Amalfi, Venecia y Pisa–buscaba una ruta distinta para llegar al Catai –China– y Cipango –Japón–.
Establecido en Portugal, se estima que llegó a la isla Madeira donde obtuvo antiguas cartas de navegación que le permitieron trazar la travesía para alcanzar su objetivo. La redondez de la tierra era un conocimiento que permaneció oculto para la gran mayoría de la población europea; no obstante, los escritos de Aristarco y rumores que llegaban de la península escandinava mantuvieron vivo el secreto que circulaba entre quienes se dedicaban al comercio marítimo.
Tras el rechazo de Juan II de Portugal, Colón es financiado por la corona española y el descubrimiento se convierte en el acontecimiento del siglo durante 1493, los soberanos ibéricos aprovechando que un compatriota ocupaba la silla pontificia –Rodrigo de Borja –Borgia– Alejandro VI– acordaron que emitiese varios documentos para neutralizar las pretensiones del soberano portugués con respecto a las nuevas tierras –reclamando el tratado de Alcazobas–. La bula “Inter Caetera” correspondiente al 4 de mayo de ese mismo año, argumenta que fundamentado en la “donación de Constantino” –un antiguo manuscrito firmado por el emperador que estipulaba la entrega de Italia y todo el occidente a la iglesia de Roma antes de su marcha hacia Bizancio– concedía a los recién unificados reinos de Castilla y León –Aragón quedó fuera de la demarcación– los territorios descubiertos y por descubrirse desde el polo Norte al polo Sur, trazándose un meridiano a cien leguas de las islas Azores y de Cabo Verde.
La bula perdió toda validez con la posterior firma del tratado de Tordesillas en 1494, ulteriormente, Lorenzo Valla publicaba su “Falsa donación de Constantino” un incontestable estudio que demostraba fehacientemente el engaño del escrito que sirviera a la iglesia para justificar su primado en el continente europeo.
La conquista que llegó aniquiló pueblos enteros, con la intolerancia de las religiones monoteístas se erradicó gran parte de la cultura en el nuevo mundo; no obstante, parte de la naturaleza humana es esa incesante brama de poder que nos hace someter a otros, no solo fue exclusivo de ese tiempo.
El marqués de Veragua –título nobiliario de Colón– cumplió el adagio de la tendencia del poder y se convirtió en un tirano administrando La Española; tras una vida azarosa, muere en Valladolid y sus restos fueron trasladados a Santo Domingo; sin embargo, jamás tuvieron paz, pues el celebérrimo pirata Sir Francis Drake los robó durante el saqueo que efectuó en la isla y los llevó a Inglaterra por encargo de Elizabeth I con el fin de erradicar todo vestigio de dominio español en esas tierras.