Mi querido Rubén

Lo conocí en 2001 cuando empecé en Fedecocagua, un hombre afable, cálido y con un don de gente como pocos; siempre apoyando a todas las cooperativas a través de la zona cafetalera en Guatemala, sobre todo, en las organizaciones de su Alta Verapaz natal. Rubén Pacay es quizá el mejor kekchí de los últimos 50 años, un ser humano que siempre puso por encima de cualquier interés personal el desarrollo de las comunidades y los derechos de sus paisanos.

Conforme transcurrieron los años, Rubén se convirtió en artífice de los fideicomisos del café, los cuales, fueron demonizados por todos los que se tragaron la patraña de Rodrigo Rosenberg y que posteriormente, se evidenciaron como los únicos instrumentos que funcionaron para los pequeños productores -la Anacafé como unidad ejecutora debió reconocerlo ulteriormente en sendos comunicados de prensa-.

Rubén fungió como encargado del ahora extinto Departamento del Pequeño Productor en la asociación, gracias a su diligente gestión, los fondos fueron recuperados y reinvertidos en la caficultura varias veces. Debido a sus capacidades, fue nombrado luego director y en esa posición desempeñó un papel preponderante en la defensa de las cooperativas; su personalidad condescendiente, paciente e imperturbable nunca intervino con la tenacidad para argumentar puntos de vista y constancia en auditar fondos públicos. Tuve el honor de ser su compañero en la mesa directiva durante ese periodo.

Cuando desastres naturales asolaron a los cooperativistas, Rubén siempre buscó recursos para apoyarles; su calidad humana le convirtió en un ejemplo para el movimiento cooperativo que, dicho sea de paso, vive uno de sus peores momentos y requeriría de personas con esas cualidades para recoger un estandarte que desgraciadamente ha sido mancillado por cuestionables personajes y entidades.

En cuanto a la cooperación internacional, Rubén encabezó la obtención del exitoso proyecto “Feed the Future cadenas de valor de café” que benefició a más de 40,000 personas en Huehuetenango, San Marcos y Quiché; implementándose panaderías, producción de huevos -15 millones en total- y empresas apícolas. La fórmula de esta iniciativa es una de las vías correctas para impedir la inmigración de la población rural hacia el norte. Debido al liderazgo de Rubén, fue posible que las organizaciones accedieran a dicho convenio con USAID.

Su perseverancia para lograr metas solo fue superada por el amor al prójimo que siempre profesó, algo que dejó como legado del deber ser para todos los que le conocimos.

Como suele suceder con aquellos que hacen el bien aquí en la tierra, una enfermedad mortal nos privó de su estimable presencia, luchó durante 4 años contra un cáncer lastimero; no obstante, la fatalidad no perdona cuando el destino está signado y las Moiras deciden cortar los hilos vitales.

Aparte de perder al mejor cooperativista de Guatemala, la muerte arrebata a un entrañable amigo, alguien excepcional que siempre tendrá un lugar en nuestros corazones.

Descansa en paz querido Rubén.