“Hoy me siento catarí, hoy me siento árabe, hoy me siento gay, hoy me siento trabajador inmigrante, hoy me siento inválido” así empezó su conferencia de prensa Gianni Infantino, el heredero absoluto de la abominable FIFA que simboliza la quintaescencia de la corrupción a nivel internacional y cuyo epítome es el mundial de Catar.
Tras traicionar a Platini y Blatter, este suizo italiano se consolidó para gobernar las cenizas dejadas por el escándalo que significó la concesión de las copas a Rusia y el emirato. Sendos documentales transmitidos en Netflix y HBO han proyectado la trama de coimas y compadrazgos que se inaugura con Havelange y perfecciona con Blatter.
Ante el rechazo que ha suscitado toda la actuación de esta entidad deportiva, Infantino buscó justificar con sofismas de estudiante de secundaria las violaciones a derechos elementales que ocurren en la nación catarí y la ingente cantidad de muertes que significó la construcción de los estadios debido a las altas temperaturas en el verano.
Sin lugar a dudas, el deporte físico siempre será eso, la intelectualidad nunca ha sido la constante en los jugadores de fútbol, pese a que en ciertas naciones los endiosen. Ello también es extensivo a la dirigencia, que aparte de recetarse grandes cantidades de plata acompañadas de caros trajes, limosinas, hoteles y jets privados; no está precisamente integrada por las mentes más brillantes y académicas del planeta. Les ocurre el mismo caso de ciertos acaudalados que por el hecho de serlo, empiezan a creerse todólogos y se rodean de adláteres que aplauden cualquier disparate que les venga en mente.
Querer excusar la situación de Catar paragonándola con lo que sucedía en Europa y occidente hace 300 años, es como disculpar que en un hospital todavía hagan lobotomías porque así se practicaba en el siglo XIX. El dirigente futbolístico tuvo la desfachatez de decir que había sufrido discriminación porque le hacían bullying en la escuela por tener pecas y pelo rojo; un comentario insulso que solo denotó la ausencia de consciencia de lo que significa la discriminación en todas sus dinámicas.
La estrategia de querer ser una especie de filósofo contracultural –de cuarta– con el fin de atemperar los caldeados ánimos en el orbe debido a la revelación que el FBI hizo de los gossips de corrupción en la FIFA, fue totalmente contraproducente porque causó gran indignación a lo largo y ancho de los cinco continentes.
Cuando Infantino llamó “dear leader” a Putín y pidió un cese al fuego de la guerra para que ucranianos y rusos pudiesen ver el mundial en la comodidad de su hogar, se evidenció como un vanidoso sin mucha materia gris para las cuestiones internacionales.
Si Blatter con mucha más clase y preparación cayó, puede que pronto haya dimisiones; con su conferencia en Catar, Infantino solo confirma el pasaje de Proverbios 16:18: “La soberbia precede a la caída”.
Pan para el matate de muchos aquí que piensan en la impunidad como una condición eterna, cuando solo es una situación extraordinaria y pasajera por insostenible.